19 de juliol 2010

JOAN I EL CAÇADOR AL CASTELL DE MARMELLAR

Curtmetratge medieval que ens transporta al Penedès de finals del segle XIV: concretament a finals de febrer de 1395, quan el rei Joan I El Caçador passa uns dies a Vilafranca del Penedès, camí de Tarragona. Sortint de Vilafranca i abans d'anar a l'Arboç, el rei va a caçar senglars al castell de Marmellar


Entre els extres hi ha algun conegut recreacionistas de ARCOFLIS que camina per aquest blog ...


I aquí trobareu el tràiler



18 de juliol 2010

HALLADA LA MOMIA DEL MONARCA PEDRO EL GRANDE

Los restos de Pedro el Grande (1240-1285), monarca de la Corona de Aragón cuyos despojos son los únicos de la dinastía que nunca han sido profanados, han sido localizados intactos en una tumba en el monasterio de Santa Maria de Santes Creus (Tarragona). El excepcional hallazgo lo ha realizado un equipo de arqueólogos de la Generalitat y coincide con la celebración del 850 aniversario del complejo cisterciense.

Los restos de Pedro el Grande, hijo de Jaime I y figura clave en la historia de la Corona, se encuentran en un sarcófago de piedra y los investigadores confirman que el enterramiento se conserva en su estado original. Los despojos humanos, aparentemente embalsamados, están cubiertos por un tejido y una especie de casco cubre el cráneo del monarca. Pedro el Grande, III de Aragón, I de Valencia y II de Barcelona, fue también rey de Sicilia durante un mandato clave en la historia de la Corona (1276-1285). Sus restos permitirán esclarecer las causas de la muerte del rey así como la autenticidad de los restos de Jaume I el Conquistador (1208-1276), su padre enterrado en el monasterio de Poblet con dos cráneos de características similares en el mismo sarcófago.La Generalitat analizará el ADN de Pedro el Grande para determinar sus características físicas y genéticas, así como su dieta alimentaria. También reconstruirá el rostro del monarca. Los técnicos han accedido al sarcófago de Pedro el Grande mediante la introducción en el mismo de una cámara, un sistema no intrusivo que ha arrojado las primeras imágenes del cráneo del rey.

Pedro el Grande fue el primer monarca de la Corona en recibir sepultura en el monasterio de Santes Creus y mediante el rito europeo, lo que implicó embalsamar el cuerpo y ha permitido la conservación prácticamente
virgen de la momia del monarca. Los trabajos también han confirmado que el cuerpo fue enterrado con abundantes sustancias aromáticas florales, cómo solía hacerse en la época. Pedro el Grande permitió consolidar la expansión la expansión de la Corona de Aragón por el Mediterráneo iniciada por su padre, Jaime I. También pacificó el territorio de la Corona, amenazados por las últimas revueltas árabes y la expansión de la monarquía francesa, que llegó a tomar Girona en 1285. La expulsión de las tropas del francés Felipe III fue la última gran victoria de Pedro el Grande, lograda meses antes de fallecer. Su muerte se celebró con el primer funeral de la realeza realizado en el Monasterio de Santes Creus, abadía cisterciense del siglo XII que supone una de las joyas de las construcciones medievales en Cataluña. Además de la tumba y el mausoleo de Pedro el Grande contiene los restos de su hijo, Jaume II, y la esposa de éste, Blanca d'Anjou. Ambos restos, a diferencia de los descubiertos ahora, han sido profanados en diversas ocasiones.

Pedro el Grande medía 1,73 metros y tener buena salud, según los primeros análisis tras la apertura del sarcófago

Meses después de descubrir que en el interior del sarcófago real del monasterio de Santes Creus había los restos intactos del rey Pedro el Grande, hijo de Jaime I el Conquistador y el monarca responsable de la
expansión de la corona catalano-aragonesa por el Mediterráneo, los responsables de las investigaciones, junto con el consejero de Cultura, han explicado que han encontrado una vez abierto el sarcófago. Según han explicado, los restos de Pedro el Grande se han encontrado parcialmente momificados, es decir, que fue embalsamado, como era habitual con las figuras reales de la Europa de la época. La apertura del sarcófago indica también que Pedro el Grande era alto para la época, ya que medía 1,73 metros, y tuvo buena salud.

La Consejería de Cultura y el Museo de Historia de Catalunya han presentado los resultados preliminares de la extracción del cuerpo de Pedro III el Grande, que ha aparecido semiembalsamado. La apertura de la tumba forma parte del conjunto de actividades para conmemorar los 850 años del inicio de la construcción del monasterio de Santes Creus. El proceso de extracción y el traslado al centro de restauración de Valldoreix ha sido laborioso.

De momento, se ha descubierto que el rey medía 1,73 metros, Una altura elevada para la época en que vivió, entre el 1240 y el 1285.

No se han encontrado tesoros, pero entre los restos momificados se ha encontrado un fardo que contenía un manojo de pelo cortado, supuestamente del rey mismo, y que formaría parte de un rito funerario. Los investigadores aseguran que, del estado del cuerpo, se desprende que Pedro el Grande tuvo buena salud, No sufrió penurias y "hizo una vida de rey". Los expertos han descubierto también que en el segundo entierro le cortaron los pies porque no le cabían en el nuevo sarcófago.

Ahora esperan que elanálisis del ADN y la buena conservación del cráneo permitirán reconstruir la dieta, las
enfermedades e incluso la cara, ya que disponen de suficiente tejido facial para reconstruir los rasgos. Este análisis del ADN debe ayudar también a averiguar a quién pertenecen los dos cráneos hallados en la tumba de su padre, el rey Jaime I, el monasterio de Poblet.

El conseller de Cultura, Joan Manuel Tresserras, ha destacado que los estudios darán visibilidad en la figura del rey Pedro el Grande, de gran vocación europea y mediterránea, y al peso de Cataluña en la época. Estos descubrimientos permitirán, además, saber cómo se vivía en aquella época.

Los trabajos de investigación continuarán todavía a lo largo del 2010

Pedro III el Grande, guerrero y trovador

Hijo de Jaime I y Violant de Hungría, nació en Valencia en 1240, estaba destinado a ser el heredero de su padre en Cataluña desde los 3 años, diez años después comienza a utilizar el título de heredero de Cataluña y a los 18 años es nombrado procurador general.

Como gobernador del Principado, su gestión se caracteriza por la determinación contra las sediciones de los nobles rebeldes en Cataluña y Aragón, y en este contexto tuvo lugar el asedio y la toma del castillo de Hostoles (1258).

En 1262, debido a la muerte del infante Alfonso, pasa a ser también heredero de los reinos de Aragón y Valencia, pero no de las Baleares y los condados de Rosellón y Cerdaña, que fueron heredados por su hermano Jaime. Este hecho que desagradó el infante Pedro, y fue elorigen del futuro enfrentamiento entre los hermanos. Ese mismo año, contrae matrimonio con Constanza de Sicilia, con quien tuvo seis hijos.

Pere II el Gran, fill de Jaume I, va ser un monarca guerrer, però també un bon trobador.La vida de Pedro III el Grande estará siempre marcada por los conflictos bélicos, y el año 1275 debe reducir una revuelta de nobles catalanes y aragoneses encabezada por su hermano de sangre Fernán Sánchez Castro, que acabará sofocante. Fernando es tomado mientras huía y ahogado en un río. Un año más tarde es coronado como monarca en Zaragoza.

Como rey, pacificarà su país derrotando las revueltas moriscas de Al-Azraq en tierras valencianas tras conquistar en 1277 la ciudad de Montesa. Esta tregua en el Reino de Valencia, le permite enfrentarse a una liga de barones rebeldes del Urgell, el Pallars y Foix, lucha que acaba con victoria del monarca catalán en el sitio de Balaguer, en el que es decisiva la actuación de los Balaguer, que se rinden al monarca.

En términos de política exterior, tejió una sofisticada red de relaciones. Casó a su hija Isabel con el rey Dionisio I de Portugal, además, prometió su primogénito Alfonso con la princesa Leonor, hija de Eduardo I de Angaterra. A través de estos matrimonios pretendía neutralizar sus vecinos del Atlántico. De cara a los vecinos mediterráneos, estableció buenas relaciones con Pisa y Génova, y a pesar de estar enfrentado con los franceses por el control de Sicilia, tenía el favor del papa Nicolás III en este asunto y de los nobles y prohombres sicilianos.

Por el sur, estableció buenas relaciones con el reino nazarí de Granada y los mariniedes de Fez, lo que favoreció mucho al comercio catalán. Además, dominaba algunas islas de la costa de Túnez y favoreció relaciones de paz con los estados musulmanes.

Pero estas alianzas no le permitieron tener un reinado en paz. Los grandes enemigos de Pedro el Grande fuiste siempre los Anjou, que le disputaban el control de la isla de Sicilia y que la invadieron en 1266 con el beneplácito del papa Clemente IV, favorable a la familia francesa. Años después, la elección de un nuevo Papa enemigo de los Anjou y el levantamiento popular de los sicilianos en 1282, llamado las Vísperas sicilianas, Pedro el Grande se decide a emprender la conquista de Sicilia, y parte en barco hasta la costa tunecina, desde donde esperaba invadir la isla. Después de unos meses la expedición catalana desembarca en el puerto de Trapani, con el beneplácito de los sicilianos. Pero la ambición de Pedro el Grande no se detiene aquí, y prosigue su viaje y ocupa Malta, Gozo y Djerba, lo que convertía Cataluña en señora del Mediterráneo occidental.

Entre conflicto y conflicto, en el año 1283 en las Cortes de Tarazona los protestatarios aragoneses, agrupados en la Unión aragonesa, presentan al rey numerosas peticiones recopiladas en el Privilegio de la Unión. Estas peticiones, una vez aceptadas, se convierten en la base del constitucionalismo catalán, y son la base del derecho municipal y del derecho público en Cataluña y un precedente en Europa, ya que establecen un funcionamiento regular de las Cortes y les da también el poder de legisladores.

Un año más tarde, el Papa Martín IV excomulga Pedro el Grande y organiza una cruzada contra Cataluña junto con los franceses. Estos, ayudados por el hermano de Pedro, el rey Jaime II de Mallorca, que les ayuda a penetrar en Cataluña, se detienen en Girona, que resiste el asedio. El sacrificio de la ciudad hace posible la llegada de Roger de Llúria y sus naves desde Sicilia, que derrotan la flota francesa. Tras la derrota de los barcos franceses, estos se han de batir en una desastrosa retirada.

Una vez expulsados los franceses, Pedro III se dispone a hacerse de nuevo al mar a castigar a su hermano, pero cae enfermo de camino al puerto y muere a los 45 años en Vilafranca del Penedés la noche del 10 al 11 de noviembre de 1285 .

La vida de Pedro el Grande no estuvo sólo marcada por las batallas, el monarca fue un gran aficionado a las letras y un buen trovador. Destacan sus coloquios en verso, sostenidos con Pedro Salvaje, continuado por el rey y cerrados por cuenta Roger Bernat III de Foix y el trovador Bernat de Auric. En estos coloquios, Pere rememora sus batallas y revive el viejo patriotismo de los trovadores con un llamamiento al pueblo occitano.

FUNDACIÓN DE UN PUEBLO: CÁRCER (VALENCIA)

Referencias históricas generales y particulares de Cárcer

Invasión árabe - Fundación del pueblo - Primeros regadíos - Dominio - Reconquista - Donaciones - Palacio señorial - Feudalismo - Escudo Municipal

Por Demetrio Cueves Suñer

Tras la derrota de las huestes del rey Don Rodrigo con toda la nobleza goda, seguida de sus mesnadas de plebeyos y esclavos de la tierra, en la batalla de Guadalete, Salado o más bien de Janda, como afirmaron los modernos historiadores, que tuvo lugar el 19 de julio del año 711, cuya derrota, según opina Gonzalo de Reparaz (1), se produjo por falta de combatividad en la nobleza y dura condición de vida a la que estaban sometidos los vasallos que no sentían el menor interés por defender las suyas, ni menos las de sus tiranos amos, opresores, dueños y señores de todos los medios de producción de sus vidas y honor, no siendo por lo tanto extraño que fueran vencidos por un ejército muy inferior en número, capitaneados por Tarik, compuesto por 7.000 bereberes mandados por 300 oficiales árabes, apoyados por otros 5.000.
Reforzados posteriormente con otros 18.000, que llegaron al mando de Muza, emprendieron la invasión de España, que consiguieron con tan reducidos efectivos y apenas resistencia ante aquel puñado de remecílíos vacilantes y carcomidos, en el corto plazo de dos años, por lo que la campaña de invasión resultó una especie de continuado paseo militar.
Llegados a nuestro valle por los años 712 ó 13, observaron la fertilidad de sus tierras del período cuaternario, suave clima, resguardado de los vientos del Norte, Oeste y Sur, por las sierras de Gabarda, Antella, Sumacárcel, Montot y Realeng. Semiabierto por Levante, por el que penetran las frescas brisas del Mediterráneo. Cruzado de Oeste a Este por el caudaloso Júcar y de Sur a Norte por su afluente Sellent, de limpias y transparentes aguas, ambos con abundante pesca. Teniendo como magnifico telón de fondo de este natural y maravilloso teatro, las azuladas montañas del Mondúber. Ante tan óptimas condiciones, encontrándolo apacible y hermoso, decidieron poblarlo y colonizarlo, fundando los pueblos en el existentes y otros que desaparecieron.
Buenos artesanos y expertos agricultores, supieron aprovechar y distribuir las aguas canalizándolas sabiamente, construyendo sus presas sobre el no Sellent.
Una de ellas estuvo situada a unos 50 m. por debajo del derramador del molino de la Caseta, de la que tomaban sus aguas las acequias de Cotes que discurría por la ladera izquierda del río, y la común de Cárcer y Alcántara que se desarrollaba por la derecha de la que más arriba del acueducto de Escalona, todavía se pueden observar restos de paredones derrumbados.
Otra presa establecida entre Cárcer y Cotes por debajo del derramador del molino así denominado, proporcionaba caudal a la acequia de Benegida.
Las de Escalona de Villanueva de Castellón y Carcagente, que tomando sus aguas del Júcar y cruzando nuestro término municipal, se desarrollan paralelamente a todo lo largo del valle, construidas por los cristianos y privilegios respectivamente otorgados en 1604 y 1654, tienen ocho o nueve siglos menos que las nuestras del Sellent.
Los musulmanes, y como en otras ocasiones expuse, edificaron el primitivo pueblo de Cárcer y su mezquita desaparecida por incendio tras haber sido habilitada para iglesia, en lo que actualmente son calles de la Iglesia, Santa Ana, San Roque, Virgen de la Seo, partida de tierras del Rabalet e inmediaciones de sus acequias de las que regaba sus huertos interiores y las tierras de las zonas inmediatas al pueblo, media y baja que parcelaron, roturaron y correctamente nivelaron en forma de terrazas, estableciendo, entre otros, el cultivo del arroz y de la morera para la cría del gusano de la seda que hasta finales del siglo pasado constituyeron en el valle su principal riqueza.
El marques de Lozoya, en su reciente y maravillosa obra (2) nos dice:
“Los moriscos eran trabajadores, mantenían el austero tenor de la vida de los pueblos de Oriente y con su trabajo y tradicional experiencia en los oficios del campo, hacían fecundas las tierras más estériles.
Como tantas veces se ha dicho, y lo confirman las sepulturas y objetos hallados al practicar excavaciones circunstanciales para fines agrícolas y edificaciones, los árabes crearon en el pueblo importante industria cerámica, alfarera, ladrillera y azulejera, fabricando piezas que por su arte, especial colorido y excelente calidad y belleza, eran incluso solicitadas por magnates que residían fuera de España.
En el monasterio de Poblet (Tarragona), formando parte de su museo, tuve ocasión de observar, hace dos meses, una pequeña colección de azulejos que en forma, tamaño, calidad, colorido y variación de dibujo, son exactamente iguales a los que en el siglo XII se producían en Cárcer, de donde probablemente procederían aquellos. Sus diseños en azul, son los mismos que ilustran mi artículo inserto en este programa en 1967.
Estos y otros muchos detalles bien conocidos, como los de la elevada contribución que Don Jaime I impuso a los moros de Cárcer.
Lo que mencionan varios historiadores regnícolas, particularmente Díago, Viciana y Escolano, respecto a su riqueza industrial y agrícola. Cantidad de establecimientos de fabricación. Número de casas habitadas que el pueblo tenía, etc., denotan que Cárcer debió tener suma importancia durante los cinco siglos que dominaron los árabes y los cuatro inmediatos que éstos lo habitaron bajo el dominio de los cristianos.
Como también se expuso en el mencionado programa de 1967, fue donado por el rey Don Jaime I a Don Pedro Fernández de Azagra, señor de Albarracín, en 5 de agosto de 1237, o sea cinco años antes de que el pueblo fuera reconquistado.
En 1 de abril de 1242, el mismo monarca donó a Gozalbo Juan Domínguez y otros 47 pobladores, lo que llamó Alquería de Cárcer, con sus pertenencias, excepto hornos y molinos que solía reservarse el rey.
Escolano, refiriéndose a esta donación, nos dice en sus décadas que el rey la hizo al entregársela Cárcer durante el primer asedio que, desde su acampada en Sellent, puso a la huerta y ciudad de Játiva, que Zurita lo fija en el año 1240, Díago en 1241 y el doctor Beuter en mayo de 1242.
Siendo esta la fecha que más se aproxima a la del 1 de abril del mismo año, expresada en la donación que menciona Escolano, la que corresponde al documento de la citada donación obrante en el Archivo de fa Corona de Aragón (Barcelona), estimo debiera considerarse como la de la reconquista de nuestro pueblo.
Es lógico suponer, que para acampar Don Jaime I en Sellent pasarían él y sus huestes por Cárcer, y que el rey, desde su acampada, por su proximidad y situación predominante del monte Realeng, a caballo entre dos valles, subiera a ése en patrulla, desde él vieran por primera vez, y en magníficas panorámicas, las ricas huertas de los valles del Cañoles y de Cárcer, ambas plagadas de pueblos y alquerías, y en la primera, recostada sobre el monte Bernisa, la populosa ciudad de Játiva, que en importancia era la segunda del reino, protegida por sus murallas y fuerte castillo, sintiendo por ello mayores deseos por reconquistarla, máxime cuando su yerno, Don Alfonso X El Sabio, al que tenía ojeriza por haber ocupado Enguera y con ella la llamada Canal de Navarrés, pretendía igualmente conquistar Játiva, o que se la diera su suegro como dote a su esposa, Doña Violante, cuya ciudad incluso llegó a atacar el castellano con resultado negativo, intentando o llegando a parlamentar por medio de emisarios, con el alcaide moro de la ciudad para negociar las condiciones de su rendición e incorporarla al reino de Castilla, por lo que Don Jaime, que era un gran guerrero y un mal político, tuvo que entregarle Villena a cambio de Enguera y luego el reino de Murcia en concepto de dote a su hija, esposa de Don Alfonso.
Estas fueron las causas por las que Murcia se incorporase a Castilla y no al reino de Valencia, como correspondía, y también por las que, a mi entender, Don Jaime 1, cruzando el Júcar, se internara hasta SeIlent para desde allí y sus avanzadas, además de realizar correrías como las que realizó sobre la huerta de Játiva, vigilar de cerca, e incluso salir al encuentro de las huestes de su yerno, establecidas en Enguera., en el caso de que éstas intentaran asomar por Anna y el “Plá de les Creuetes”, depresiones de la Foya o del Sellent por Estubeny, hacia el valle de Cárcer para alcanzar en éste al Júcar, o por la del Cañoles, desde Canals y Alcudia de Crespíns, para apoderarse de Játiva, siendo estos los motivos por los que se castellanizó el valenciano que se hablaba en la mencionada Canal de Navarrés, y de que el Montot constituya dentro de nuestra provincia, línea divisoria entre dos formas de hablar.
En 1248 ó 49, según aprecian unos u otros historiadores, o sea 6 ó 7 años después de haberse entregado Cárcer a Don Jaime, pudo éste conquistar Játiva, que durante muchos años fue cabecera de nuestra comarca.
Tras los mencionados hechos y donaciones y hasta 1274, Don Jaime l hizo en Cárcer otras 17 que comprendían casas, huertos y tierras, figurando entre ellas como pertenecientes a su término, las alquerías de Cota, que debió ser el actual Cotes, Xarquia, Garbia y Queyca, que probablemente estaría en la partida del Xocá o Socá, las que sin duda serían núcleos de población administrativamente autónomos, los que junto con Cárcer y Sumacárcer (con r final), donó al infante Don Pedro, quien en 3 de febrero de 1273 y a título de embargo por razón de deudas, cedió sus Bailías al judío David Mascarán, para que éste percibiera las rentas hasta cobrarse la deuda contraída que prematuramente’ tuvo que liquidar el propio rey Don Jaime para recuperar el pago de los réditos embargados.
Ve su primera donación a Don Pedro Fernández de Azagra que ofrece raro contraste con las que posteriormente se sucedieron, debió oriqinarse la denominación de “Cárcer de Azagra” que el pueblo conservó durante más de tres siglos, puesto que Martín Viciana en su “Crónica de Valencia”, escrita en 1562 y 63, al mencionar nuestro pueblo entre otros 62 que eran tributarios de Játiva, aplica a Cárcer la adición “de Zagra”.
En 2 de junio de 1437, o sea 200 años justos después de su primera donación, y como en otras ocasiones expuse, fue de nuevo donado Cárcer por Don Alfonso V de Aragón a Mossén Eslava. A esta familia que entroncó con las de Cucaló y Montull, perteneció el señorío del pueblo durante un período que abarca cuatro siglos, a la que por pragmática de Felipe III de’ 12 de julio de 1614 y por vía de indemnización a los efectos padecidos por la expulsión de los moriscos, le fueron donadas las tierras del término municipal que éstos abandonaron.
La donación del pueblo a los Eslavas debió motivar el que éstos, a raíz de la misma, construyeran el palacio señorial y sus anexas dependencias para servicios propios del señorío, ocupando ambos una considerable extensión.
Este palacio, que estuvo aislado por sus cuatro costados, actualmente muy reducido y en deficiente estado de conservación, ocupado por modestas viviendas particulares, tenía acequia interior para su servicio, tienda de abastecimientos y carnicería del señor en el lado Oeste, lagares para el pisado de uvas y secadero para los granos en plano más elevado a la izquierda de la puerta de entrada en el lado Sur y solar que ocupan la casa n. 3 de la calle de doña Maravilla Pascual, y n. 2 de la calle de la Iglesia, cámara alta para almacenar las cosechas, vivienda para los señores, sala donde se les rendía homenaje, departamento en la que se reunía el Consejo Municipal, cárcel particular lóbrega y húmeda en la parte Norte y muy altas al lado Este, dando vista al exterior, dos ménsulas de piedra labrada que todavía subsisten, que nuestros abuelos creían fueron horcas feudales y signo externo demostrativo de las facultades que tenían los señores, aunque bien pudieran haber sido los soportes de un mirador de’! que se divisara la partida. de tierras denominada de la Señoría. En el mismo lado y en la planta baja estuvo el ermitorio construido en 1759, del que ya hicimos mención en el programa de 1968.
Encima de la puerta de entrada existe una piedra labrada en la que debió estar esculpido el escudo señorial que algún fanático ordenaría se borrase a cincel, probablemente a raíz del Decreto de las Cortes de Cádiz de 1811 por el que se suprimieron los señoríos.
En cuerpo anexo y lado Este, separado por un callejón y en lo que actualmente son viviendas y cine teatro levantadas de planta, estuvieron emplazados los servicios de almazara para moler aceitunas y extraer el aceite, horno, granero para conservar los productos que los vasallos, colonos o aparceros entregaban al señor, cuadras, etc.
El palacio que Viciana consideró como suntuosa y hermosa casa, carece de riqueza artística y arquitectónica puesto que su fábrica es vulgar, y en la ornamentación, salvo algún pequeño detalle realizado en yeso, el arte brilla por su ausencia.
El feudalismo de horca y cuchillo, dueño y señor de todos los medios de producción, de la libertad, del honor y, en ocasiones, de’ la vida de los plebeyos y esclavos como al principio se ha dicho, empleaba a sus súbditos, además de cultivar las tierras, para hacer la guerra por su cuenta o la del rey a base de nuevas donaciones, contra los moros u otros señores y propósito de ampliar las posesiones que constituían su propio feudo en el que a los señores se les consideraba como una especie de semidioses.
De la riqueza y preponderancia que en el siglo XV tuvo el feudalismo en España, y particularmente en Castilla, cita el mencionado Marqués de Lozoya (3), entre otros casos, el de la rica hembra doña Leonor de Albuquerque, que podía ir desde la Rioja hasta Portugal, concretamente desde Belorado hasta Albuquerque, sin dejar de pisar tierras de su propiedad.
El de los Estúñigas, Condes de Plasencia, que eran dueños de media Extremadura.
El de los poderosos Condes de Haro, que controlando toda la Rioja pretendieron incorporar el país vasco a sus posesiones.
El del riquísimo Enrique de Sotomayor, que a fines del mencionado siglo XV dejó en efectivo una fortuna equivalente a cincuenta mil millones de pesetas.
Y sobre todos, el de don Juan Pacheco, Marqués de Villena, que siendo dueño de casi toda la Mancha, tenía posesiones cuya superficie era bastante mayor que la de 22.912 Km2, que conjuntamente ocupan las tres provincias de nuestro antiguo reino de Valencia, en cuyas posesiones, que se extendían desde Cuenca hasta Almería (integradas estas últimas a raíz de la reconquista de Granada en época de los Reyes Católicos,) figuraban, entre otros menos importantes, los señoríos de Belmonte, Alarcón, San Clemente, La Roda, Albacete, Villena, Utiel, lHellín, Jumilla, Yecla, Almansa, Sax, Vélez Rubio, Vélez Blanco, etc., contando el marquesado con 150.000 vasallos (30.000 tributarios cabezas de familia) y 100.000 ducados de renta al año.
Este soberbio y altivo marqués, considerándose más importante que el propio rey Enrique IV, llegó con su desacato y fuerzas a asaltar el palacio que en Segovia ocupaba aquel desdichado monarca, al que insultó.
La propiedad de las tierras en Castilla y Andalucía, a excepción del pequeño reino moro de Granada, pertenecía a 30 señores y órdenes religiosas. En Castilla el 95 O/~ de las tierras pertenecían a la aristocracia y a la Iglesia (4).
En nuestro antiguo reino, sus posesiones y facultades jurisdiccionales eran más limitadas.. No obstante, antes de la reconquista, dominando los árabes, Mohamed-ben Yusuf-ben Hud se constituyó un amplio feudo que comprendía Murcia, Orihuela, Denia y Játiva.
Del concepto que en la edad media tenía el feudalismo acerca de la dignidad humana y de sus vasallos, nos da clara idea el hecho de que el inmediato pueblo de Cotes, según consta en documento incompleto obrante en el Archivo Histórico del Reino de Valencia, cuya sigla no puedo precisar por haberla extraviado, fue vendido en 17 de febrero de 1419, por Andrés Giménez Doria y su esposa Juana, a Jaime Castellá por la suma de 75.000 sueldos, comprendiendo la venta el pueblo con todas sus fortalezas, casas, edificios, hombres y mujeres, así como la jurisdicción civil y criminal.
Esto, comparado con la actual distribución de los medios de producción y situación social, nos permite apreciar el nivel alcanzado.
Los Reyes Católicos organizaron rápidamente un ejército para rechazar a los portugueses que penetraron en España con el propósito de que en lugar de Isabel la Católica reinara doña Juana, apodada la Beltraneja. Creando contra la protesta de muchos nobles y prelados, la Santa Hermandad, que era una especie de nuestra actual Guardia Civil, y Juego el anciano Cardenal Cisneros, regente de España, señalando a los nobles desde un balcón de palacio, y como respuesta a sus intemperancias algunos cañones y la milicia ciudadana organizada, que fue la precursora de nuestro ejército permanente, y de paso decirles QUE AQUELLO ERAN SUS PODERES, consiguiera con ello imponer la autoridad en los pueblos plagados de toda clase de delincuentes y abatir las altiveces y el orgullo de la belicosa nobleza y algunos prelados de la época.
Las Cortes de Cádiz, por el indicado Decreto de 6 de agosto de 1811, incorporando a la nación todos los señoríos y jurisdicciones. Aboliendo la pena del tormento y los dictados de vasallo y vasallaje, a la vez de obligar a los señores para que deshicieran sus respectivas cárceles, acabaron con lo que en dicha fecha restaba del feudalismo.
No existe referencia ni noticia histórica a mi alcance, ni leyenda o conseja local más o menos verídica o fabulosa, transmitida a través de las generaciones, que se refiera al uso que los señores de Cárcer pudieran haber hecho de su lóbrega y húmeda cárcel y pavorosos instrumentos de miedo y terror a su servicio. Pero el hecho histórico de que el pueblo en tiempo de los señoríos tuviera 200 casas habitadas por ricos vasallos y la participación de los productos de la tierra entre señores y vasallos proporcionalmente realizada, según consta en las 25 cláusulas que comprende la carta de población otorgada en 24 de agosto de 1610, demuestran que existió, por parte de lo señores de Cárcer, generosidad, consideración social y respeto para con sus vasallos, colonos y aparceros españoles. Y como el generoso suele ser a su vez humano y bondadoso. lógicamente hay que suponer que así debió ser la justicia que administraron los del pueblo.
Si por estas razones y las de vinculación a la municipalidad, ésta dedicó una de sus calles a la Baronia y una de las partidas de tierras de su término a la Señoria. Habría sido lógico, que en lugar de los sorprendentes símbolos regionales de León y Castilla, que componen nuestro flamante escudo municipal adoptado en 1955, que no guardan ninguna relación con nuestra naturaleza y condición de valencianos, figurasen en el mismo, bajo corona mural que no significa ninguna ideología ni distinción de casta, y sí heroicidad, valor y fortaleza como la que siempre tuvo nuestro pueblo, para transformar en vergel riscos y tierras improductivas y luchar contra toda clase de adversidades, y en uno de sus cuarteles, la cruz plata sobre campo púrpura que es el de las más elevadas dignidades, alusiva a un hecho universal y religión que se profesa. En otro, las cuatro barras gules sobre campo oro representativas de Cataluña, Aragón y Valencia, su reconquista y fundación del reino. En el tercero, cascada, río, canal o compuerta sobre campo sinople representativos del agua encauzada y la tierra cultivada por nuestros antecesores y nosotros mismos, que constituyen los básicos y casi únicas elementos del patrimonio que permite nuestra forma de vida, y en el último, a la vez subdividido en cuatro, la musulmana media una plata abatida con los cuernos hacia abajo sobre campo de gules; escudete gules con franja oro sobre campo sinople; grajo sable posado o en vuelo sobre campo de plata, y flor de lis oro sobre campo de gules, cuyos cuatro símbolos heráldicos, respectivamente corresponden a los linajes Azagra, Eslava, Cucaló y Montull en los que recayó la Baronía a la que como institución, con sus defectos y virtudes, estuvo Cárcer vinculado cerca de cuatro siglos.
Profano en heráldica y amante de mi pueblo y valencianía dentro de la unidad de la Patria, estimo que todo ello realizado por mano más experta que la mía, habría constituido un conjunto armónico, expresivo y concordante con la historia de Cárcer forjada a fuerza de temple y resistencia a través de sus 1.200 años de existencia.
Notas:
(1) "Cuadernos de cultura" nº 44 p. 26
(2) "Historia de España" Vol II p. 190
"Historia de España" Vol II p. 190
(3) "O.C." Vol II p. 255 y 376
"O.C." Vol II p. 255 y 376
(4) "O.C." Vol III mapa p. 42 y 345
D.C.S.

LA OTRA CONQUISTA DE MALLORCA

La crónica árabe de la caída de la isla a manos cristianas, desaparecida casi 800 años, se publica en castellano tras el éxito de la edición en catalán

La historia la escriben los vencedores. Romanos, españoles y estadounidenses contaron en piedra, papel o en imágenes grabadas las hazañas y victorias de sus ejércitos, pero poco o nada se sabe de la versión de los vencidos sobre esos mismos hechos. En el caso de la conquista de Mallorca, que capitaneó el joven rey aragonés Jaime I en 1229, se conocía el relato de la expedición cristiana a través del Llibre dels fets, la primera de las grandes crónicas catalanas, e incluso se podían ver las imágenes del asedio y las batallas entre cristianos y musulmanes en las pinturas murales conservadas en el Museo Nacional de Arte de Cataluña y en algunas de las obras de Pere Niçard realizadas en el siglo XV. Pero han tenido que pasar casi 800 años para conocer la contracrónica de los hechos, la versión de los vencidos.
En 2001, Muhammad ben Mammar, profesor de la Universidad de Orán, revisando en una biblioteca de Tinduf (Sáhara argelino) un CD con textos árabes digitalizados, encontró un relato del siglo XIII escrito por Ibn Amira al Mahzumi llamado Tarih Mayurqa, que explicaba en 26 folios escritos por las dos caras la caída de Mallorca a manos de los catalanes. Se sabía de la existencia de este texto por referencias en obras del siglo XVI, pero nadie había encontrado el original. Ben Mammar estuvo el martes en Barcelona, en la sede del Instituto Europeo del Mediterráneo, en el acto de presentación de la versión catalana, que ya va por la tercera edición, y la castellana, que estará en la calle el 2 de junio y que ha publicado la Universidad de las Islas Baleares.
"El relato estaba perdido y yo lo he estado buscando desde 1955, año en que hice mi trabajo de fin de carrera", afirmó durante el acto el historiador Guillem Rosselló, traductor de la obra al castellano y al catalán junto con el arabista Nicolau Roser. Según Rosselló, el trabajo de comparar los hechos de 1229 que relata la crónica de Jaime I y los que narra Ibn Amira está por hacer, pero de entrada existen coincidencias: la conquista y pérdida de la mayor de las "islas orientales de Al Andalus" tuvo como excusa la captura de unas naves, el desembarco de los rum (todos los europeos no musulmanes) fue en Santa Ponça, en Porto Pi hubo un choque crucial entre los dos ejércitos y el asedio definitivo fue a Medina Mayurqa en una batalla cruenta que acabó con miles de muertos (24.000 según el autor).
Según Roser, llama la atención la imparcialidad de Ibn Amira (algo poco frecuente en los relatos cristianos) al afirmar que los rum vencieron por la división de mallorquines y almohades venidos desde Andalucía y lo bien que "Haymi I" dirigió la guerra.
Para los investigadores, que emplearon seis meses en traducir el texto del árabe al catalán, el relato de Ibn Amira es el único conocido que narra la caída de una ciudad islámica, ya que en otros casos son poesías (elegías) que lloran la pérdida. Además, según Roser y Rosselló, el texto es más que una crónica de guerra: es el mejor relato sobre la vida de la isla en la Edad Media, por eso en Mallorca ha sido un éxito y cuando se publicó "se vendió más que Zafón o Harry Potter".

LAS LLAVES DE LOS ÚLTIMOS SARRACENOS DE MALLORCA

Hallado el refugio de 30 bereberes, escenario de un episodio narrado por Jaume I

Son las tres llaves de los últimos rebeldes de Mallorca en el siglo XIII. Los restos de las piezas forjadas, que se usaron por última vez en marzo de 1230, han sido halladas en buen estado en un abrigo intacto de un acantilado donde resistieron unos veinte payeses mallorquines sarracenos, bereberes de Iraten (Artà). Aquellos isleños de Al Andalus huían de la conquista de la isla emprendida por el rey catalán Jaume I que dominó Palma (Medina Mayurka) el 31 de diciembre de 1229 y después instaló "un reino sobre el mar" y ocupó toda Mallorca. El episodio está narrado por el monarca en su crónica El llibre dels fets. Los sarracenos de Artà huyeron con las llaves de sus viviendas porque seguramente tenían previsto regresar a sus posesiones, pero quedaron cautivos, esclavizados por las tropas de los caballeros y magnates que reunió Jaume I. Ahora se ha hallado la prueba de aquella razia contra los últimos resistentes a la invasión.
"Hemos excavado un episodio que está documentado en un texto, lo que técnicamente es muy relevante. Sabemos por el rey lo que pasó y qué caballero intervino en el desalojo de los refugiados: el aragonés Pere Maça, que está retratado en murales bélicos del MNAC en Barcelona", detalla el historiador de la Universidad Autónoma de Barcelona Miquel Barceló. En la zona se apresaron unos 2000 andalusíes. Maça reclamó ballestas, picos y lanzas.
"La crónica de Jaume I nos permite una exploración insólita de una ocupación ocasional de días, entre el 24 y el 28 de marzo, con luna llena, de 1230 en que fueron capturados los payeses de las alquerías vecinas, que desconocían que lo que estaba ocurriendo era una conquista, una ocupación. Eran los vencidos", relata Barceló que bautizó el lugar con 'cova Jeroni' por el mitificado nativo jefe indio rebelde de Norteamérica.
"Excepcionalmente no hay rastros de que ese abrigo en la sierra de Artà, cerca de Ferrutx, fuera habitado antes o después de 1230. Es de muy difícil acceso y debió ser una aventura permanecer en esa rocas en desnivel, abiertas al viento, a 50 metros de altura en un acantilado", subraya el arqueólogo Mateu Riera, quien con la profesora Helena Kirchner ha desarrollado esta investigación. Unos bomberos montañeros del Consell de Mallorca descubrieron el enclave y han facilitado el trabajo de los investigadores en tan difíciles condiciones.
En la excavación ha aflorado cerámica, restos de comidas y fuego y un vertedero de esos restos. En el horno improvisado con media tinaja se halló la última comida de los cautivos: los huesos sin desmembrar de una pierna de conejo. Pero los sarracenos bereberes en fuga también comieron pescado -la cueva abierta está cerca del mar-: erizos marinos y almejas.

MONTEROS

No sólo del arco y los halcones vivían los monteros. Tanto es así que su arsenal podía abarcar la práctica totalidad de armas de asta, de proyectiles, y diversas armas de filo.

Posiblemente la figura mas injustamente olvidada del Medioevo hispano. Admirado, vilipendiado, temido y agradecido. Las leyendas, fábulas y cuentos en los que era protagonista se mezclaban hasta no poder decir dónde comenzaba y dónde terminaba la realidad. Los Nobles buscaban su favor, y también los campesinos.Expertos en supervivencia, guerra de guerrillas, en manejo del arco, de la honda, el cuchillo o el látigo, conocedores de cada palmo de su particular reino, maestros adiestradores y eventuales alquimistas, herbolarios, cirujanos, curtidores, cocineros, rastreadores implacables, infalibles cazadores y esquivos guías, temidos bandoleros y salteadores. Duros, toscos, curtidos personajes herederos de la más antigua de las tradiciones y profesiones de la historia de la humanidad… la supervivencia.

El Montaraz Hispano.

En la categoría de Montaraz hemos unido a cazadores, guardabosques y alimañeros, con la intención de reunir en una única imagen los diversos aspectos que en la edad media tenían éstos personajes. El cazador que llena las despensas del Noble de la zona, el humilde campesino que aprende a sobrevivir en un medio hostil a falta de campos que trabajar o a falta de ganas de someterse a un régimen feudal, aquellos forajidos empujados a la delincuencia por hambre, cargos judiciales o persecución religiosa, o simplemente el hombre de campo que aprendió de su padre a completar su dieta con eventuales presas tienen cabida bajo éste epígrafe. En pleno siglo XII eran prácticamente los únicos que usaban los arcos de forma habitual en los reinos cristianos de la península, así como los conocimientos exhaustivos de caza y adiestramiento de animales. La mayoría se especializaban en una o dos áreas de conocimientos, teniendo del resto unos rudimentos que les bastaban para su quehacer cotidiano. Los nobles requerían de sus servicios para practicar la caza, mantener sus jaurías, llenar sus despensas, adiestrar a sus rapaces, controlar el territorio y mantener un perfil bajo de alimañas. Los campesinos le llamaban para deshacerse de los depredadores, guiarles en sus viajes monte a través, suministrarles carne o alimentos específicos, pedirles consejo en ciertas cuestiones y protegerles de algunos individuos. Un buen montaraz tenía su sustento y porvenir garantizado fuese donde fuese: En una cara de la moneda tenemos al honrado cazador al servicio de su Señor, estimado y sumamente respetado, en la otra cara de la moneda tenemos al cruel bandolero, fugitivo y ampliamente temido por todos. Su conocimiento del medio y de las artes para hacerse valer le hacían insustituible, y de su saber nos llegan hasta nosotros las más diversas técnicas de pesca, caza y recolección: Ligas, lazos, trampas, acecho y rececho, rastreo, nasas, redes, arpones, anzuelos, venenos, micología, herbolaria, primeros auxilios, adiestramiento de hurones, ginetas, cetrería, perros, marroquinería de circunstancias, desollamiento, taxidermia elemental, arquería, látigo, honda, reclamos, técnicas de supervivencia en bosque, montaña, pantano y páramo, y la ecología de toda la fauna silvestre son sus armas y legados.

PRINCIPALES COMIDAS EN LA EDAD MEDIA

El pavo real era el plato que el emperador prefería y debía ser servido por una dama porque no se consideraba a los criados con derecho a tocar el gran manjar.
Se comía mucho asno joven. Se rellenaba de aceitunas verdes, pajaritos y trufas enteras y luego se asaba al espetón.
La cocina del cerdo fue popular en la Germania medieval. Los maestros salchicheros gozaban de un rango artesano.
A partir del S XIII Europa entra en un período que luego fue llamado: Europa de los carnívoros, considerado el prólogo del Renacimiento.
Había comida para todos. Los empleados artesanos comían cuatro platos servidos por sus patrones: una sopa, dos platos de carne y uno de legumbres.
A diferencia de los campesinos, los ricos burgueses y los grandes señores eran más carnívoros. A demás de cerdos consumían gallinas, ocas, grullas, ciervos, jabalíes y corzos.
Se consumían mucho los frutos secos como las almendras, las pasas, los piñones, las nueces, las avellanas y los higos.
Las especias importadas: la pimienta (que sirvió de moneda en épocas de sistema monetario incierto), el jengibre, el clavo de olor, la nuez moscada, la canela, la mostaza y el azafrán, las otras especias y hierbas aromáticas como el orégano, el tomillo y la albahaca eran considerados cosa de pobres.
Carlomagno fue el primer rey cristiano que sentó a las mujeres a la mesa.
El pueblo utilizaba vajilla esmaltada toscamente, platos de tierra cocida y de madera.
Los burgueses utilizaban el estaño pero al Gran Señor le gustaba la vajilla de oro y plata.
Se comía con las manos y el cuchillo. Luego se extiende el uso de la cuchara y de los palillos.
Los invitados llevan una servilleta personal para proteger la ropa.
El mantel juega un papel muy importante: comer en el mismo mantel significaba igualdad de condiciones.
El tenedor fue un aporte a la cultura de los venecianos aunque durante mucho tiempo no se utilizó y fue considerado: afeminado, demoníaco o tan sólo una curiosidad.
Se trabajó con el bronce y otros metales. Se inventó el tamiz, coladores con asas, tarteras, ganchos para colgar alimentos, ralladores de queso y nuez moscada y la parrilla.
Cuando cae el imperio romano se empobrece la cocina europea.
La cara contraria a Carlomagno y la reivindicación de los banquetes romanos era la hambruna que pasaban los campesinos y la servidumbre.
Se destacan los caldos y salsas muy condimentadas que acompañaban platos con las carnes y pescados más variados.
Los cocineros emplean lo que tienen a mano: las plantas aromáticas y las especias de la gente humilde: cebolla, chalote y ajo.
Marco Polo, en el S XIII, trae la pasta desde China. De las Cruzadas, de Asia Menor y fundamentalmente de Persia e
India, vienen las especias más caras y nuevos métodos de guisar que desde España se difunden por toda Europa.
Durante la cuaresma los cocineros se esfuerzan por realizar los platos más variados con pescados.
Un plato típico de la edad media es el manjar blanco.
El pueblo lo hacía con una base de arroz, miel y leche. La realeza con gallina desmenuzada y cocida por hervor a fuego lento y cacerola tapada hasta que se deshaga en hebras. Se condimentaba con varias especias.
En los monasterios se preparaban platos agridulces de mermeladas con carnes.
Se bebían vinos, cerveza e hidromiel especiada.
Se sirven las aves vestidas, es decir: con su plumaje como si estuvieran vivas

VESTIMENTA Y MODA EN EL SIGLO XIII

Uno de los inventos más importantes en el inicio de la EM fue la cota de malla que se desarrolla desde los siglos X a XIV, y los tejidos de punto.
Los bárbaros introducen la costumbre de llevar calzones, pegados a la pierna, bordados y adornadas, ahora las túnicas empiezan a tener mangas más largas. Las capas de lana rectangulares (clámides) se hacen más amplias. Los bárbaros usaban dos colores, uno en el lado izquierdo, y otro en el derecho.
El Bizancio aporta lujo y gran variedad de telas, seda y ricos bordados en oro y piedras preciosas.
Aparecen los mantos en forma de capas, eran símbolos de status además de proteger del frío, en color oscuro significaban el duelo de la persona que lo portaba.
A la llegada de los árabes se comienzan a utilizar nuevas telas, e imponían su moda a los pueblos que dominaban, consistía en pantalones anchos (zaragüelles), faja, turbante y túnica abotonada y ajustada (aljuba, vestidura morisca, especie de gabán con mangas cortas y estrechas), faja turbante y gorro semicónico
Los españoles al iniciar la reconquista, comienzan a utilizar la camisa como ropa interior y encima varias túnicas superpuestas, que terminaban con el brial.
Las novias llevaban el mejor vestido que tuvieran independientemente del color que fuera, tejidos de algodón y lino.
Las mujeres más pudientes solían llevar tres o 4 prendas:
Ropa interior: la camisa, hasta los pies ellas y ellos hasta la rodilla, el tejido de lino, sin adornos hasta evolucionar en el barroco con ellos, las mangas y los cuellos sobresalían del vestido principal, y las bragas, que eran como unos pantalones, a estas se sujetaban las calzas (como nuestras medias pero de paño o de cuero y por lo general muy elevadas y de variados tamaños), que cubrían las piernas desde el tobillo hasta la rodilla por medio de unas correas entrelazadas.
Ellos llevaban calzones podían ser de tela, similares a un pantalón actual .
Encima de las sayas, se ponía el brial (sujeto con pasadores)que es el vestido de seda o de cualquier tela costosa y rica que usaron las mujeres ceñido a la cintura y bajando en redondo hasta los pies, mucho más largo que la saya, aunque ambos tenían la misma hechura. También se llamó así al faldón de seda o tela que traían los hombres de armas desde la cintura hasta encima de las rodillas. Para ajustar estás prendas se abren por los costados y se encordan. Las mangas anchas y más cortas que las interiores, decoradas con perlas y pasamanería. Las clases altas se adornaban también con un cinturón, el cual era muy largo llegando a los tobillos, estaban engarzados con piedras preciosas.
El pellote era una especie de vestido largo y abrigado ya que se forraba habitualmente con piel de conejo. Las cabezas eran adornadas con sombreros cilíndricos o birretes.
La cota estaba cubierta por otra prenda, el SURCOTTE o sobrevesta, que podía ir sin mangas o con ellas y estaba confeccionada en tejidos más lujosos que la cota, además solía ir lujosamente forrada.
A finales del XIII, principios del XIX, esta prenda va evolucionando de forma, se acorta por delante y se transforma en una prenda abierta (como un chaleco largo) y su uso duraría mucho tiempo.
Calzado: sandalias, zuecos y borceguíes (como botas militares), y los zapatos muy puntiagudos e incluso las mismas calzas, que a menudo llevaban adheridas al pie unas suelas puntiagudas y largas según la clase social, no todos llevaban calzado, a partir del siglo XIV y XV hasta el XVII evolucionan los altos chapines (especie de chanclos con corcho muy grueso sobre la suela), que los llevaban las señoras elegantes.
Ambos sexos usaban una especie de zapatillas abiertas fabricadas con cuero, de cabra para las clases más adineradas, o de vaca para el común de la población. A veces, los hombres llevaban botas.
En la cabeza, crespinas, que empezaron siendo para la nobleza, y poco a poco pasó a llevarse debajo de las armaduras y utilizado en tosas las clases sociales para el frío. Las mujeres esperaban a casarse para cubrirse el cabello, como símbolo de modestia y caridad cristiana, se casaban con 15 años o incluso antes. El pelo lo llevaban o bien suelto, o en dos trenzas, también llevaban tocados a los que a veces se les añadía una redecilla de pelo, un velo, una corona…La soltera podía llevar además guirnaldas de flores (la corona virginal).
Los hombres y los niños solían llevar además de las crespinas una especie de capuchas llamadas Hood.
De abrigo se utilizaban prendas de lana, mantos, capas estas se denominan COTAS y eran más largas en la mujer, normalmente se confeccionaban en lana, aunque también los había, como por ejemplo el BRUNETTE, que provablemente fuera de seda,y los albornoces, de imitación arábiga, que era otra capa cerrada hacia el pecho pero abierta y de gran vuelo por abajo y en los últimos siglos de la época se acortaron la capa y los sobretodos que antes llegaban hasta los talones.
Los botones se utilizan desde la prehistoria, pero se empiezan a fabricar en serie en en siglo XII. Durante la edad media eran de cuerno y de cristal. Siempre presente en el vestuario masculino.
Los guantes. En los siglos XII y XIII, Italia, Francia y España rivalizaron en la industria del guante. Se fabricaron guantes perfumados con aceite de jazmín, ámbar, aceite de cedro, azahar y rosa, que estuvieron de moda durante mucho tiempo.
Entre los hombres, la idea del reto se asociaba siempre al acto de arrojar el guante.
En la Edad Media no se permitía que una persona tuviera sus manos enguantadas en presencia de un superior.
Los labradores utilizaban guantes de tres dedos.
Los laicos llevaban una prenda en la cabeza, parecida a una capucha llamada AUMUSSE cuando estaban fuera de casa.
Nace un nuevo tipo de mujer: la religiosa.
La ropa de los nobles era envidiada y copiada más mal que bien por la gente del pueblo, que la hacía como podía.
La vestimenta se adecua mucho a las necesidades laborales y al bolsillo de cada uno de los habitantes de un pueblo.
La ropa era algo importante que pasaba de padres a hijos y se recosía múltiples veces. Así que una familia podía utilizar ropajes de sus abuelos y estaban muy agradecidos por ello. Los colores pardos, grises, marrones, naranjas, era lo que predominaba. Tejidos muy bastos, que taparan bien en invierno y en verano, ya que el sol de justicia trabajando en el campo de sol a sol era mortal.
La vestimenta de las aldeanas nunca eran largos (en la nobleza y en la gente pudiente, tenían que bailar dando pasos hacia atrás para no pisar el vestido) lo llevaban a un palmo por debajo de la rodilla, para que no molestase al faenar.
Una curiosidad, tenían la costumbre de guardar el dinero atándolo con un nudo en los bordes de la camisa

PELUQUERÍA EN LA EDAD MEDIA

Después de la caída del imperio romano, Europa occidental es invadida por los bárbaros, y al no existir un poder central organizador fuerte, la vida vuelve a hacerse rural.
Los territorios ocupados se organizaron en feudos, latifundios en los que el pequeño propietario y el artesano se ponían al servicio y bajo la protección del propietario mediante el sistema de vasallaje.
La estructura social da lugar a una economía cerrada en la que el principal peso del trabajo cae sobre el vasallo, y solo se produce lo que se consume.
La agricultura y la ganadería son las bases de la subsistencia humana y el intercambio comercial en Europa es muy escaso.
El cristianismo se expande por toda Europa, y la iglesia se ha hecho represora, es la única estructura organizada con poder general. A partir del siglo XI con los progresos técnicos aumenta la productividad y las ciudades se convierten en centros de comercialización de los excedentes.
Es una nueva fase expansiva de la economía y un nuevo desarrollo de las ciudades y las actividades propias de ellas, estas se practicaban en gremios que eran cofradías de trabajadores del mismo oficio, para la realización de las diversas actividades cada oficio tenia unos grados, aprendiz, oficial, y maestro.

La Profesión

La iglesia y la vida rural hacia que todo lo que estuviera destinado a ensalzar la belleza corporal hacen que disminuya
muchas de las actividades que ganaron importancia y desarrollo en las ciudades de la antigüedad. En el ámbito privado circularon entre las mujeres de las clases altas gran cantidad de recetas y técnicas destinadas al embellecimiento con ingredientes insospechados.

Depilatorios diversos como la cal viva, depilación con pinzas, con ayuda de los dedos impregnados en pez o también con agujas calientes clavadas en el bulbo piloso.
Perfumes para la piel y cabellos con almizcle, clavo, nuez moscada, y cardamomo.
Para maquillarse utilizaban heces de cocodrilo, sesos de jabalí secos, y pulverizados o dientes de animales triturados y mezclados con aceites.
Para teñir los cabellos blancos utilizaban una pasta hecha de ceniza de sarmientos de vid y de fresno macerados y cocidos durante medio día en vinagre y con ello recubría los cabellos toda la noche.
Los hombres tenían el cabello largo ya que significaba virilidad y libertad, de ahí que los esclavos y los miembros del clero estuvieran tonsurados (coronilla afeitada). Finales del siglo XII el barbero afeitaba, recortaba barbas y se ocupaba de la cirugía menor que en aquel tiempo consistía en cuidar heridas, cauterizar, extraer pinzas delantales y
sangrar a los clientes con sanguijuelas.
La higiene corporal tenía cierta importancia, en especial la lucha contra los piojos y la caspa. Se sabe que existieron pocas lavadoras de cabeza.

Peinados

En cuanto al peinado, las conveniencias exigían a las mujeres disponer sus cabellos ordenadamente reunidos en una trenza o divididos con una ralla central y dos trenzas cayendo sobre los hombros o recogidas en la frente. Las mujeres casadas, además, debían encerrar la trenza con una toca.
Como único adorno se usaban tocados sencillos que servían más para ocultar los cabellos que para destacar el rostro. Las más humildes tejían en sus cabellos trenzas de todo tipo que generalmente nunca dejaban caer, sino que se enroscaban encima o alrededor de la cabeza formando originales recogidos. Sus únicos recursos para hacerlo eran peines de madera e hilos de lana.
A menudo, se usaban flores como ornamento, pues era lo único que tenían a su alcance.
El cambio de color no era muy bien visto.
Las leyes medievales afirman que el tocar o arrancar parte de la barba o los cabellos será castigado con fuertes multas de dinero o con castigos corporales.
Bajo la influencia de la moda francesa, los jóvenes nobles se afeitan la frente y dejan caer los cabellos rizados por la espalda. Los cortesanos de los siglos XII y XIII demostraban gran interés por los cabellos largos y rizados. Las pintas de los rizos podían ir hacia adentro o afuera, llamándose en este caso el peinado de “viruta” por asemejarse a la forma de las virutas de madera después de un cepillado.
Las mujeres llevaron el pelo largo durante toda la Edad Media. En los siglos XII y XIII también los llevaron rizados como los hombres.
Desde mediados del siglo XII, procedente de Francia, aparece la “Venda” que consiste en una venda que se usaba rodeando la barbilla y una banda rígida rodeando la cabeza en forma de corona.
Aparecen las tenacillas calientes en el siglo XIII.
Uno de los peinados clásicos del siglo XIV se basa en dos trenzados amplios que caen por las mejillas rodeando las orejas y casi siempre sostenidos por una red.
En los países nórdicos, se llevan los grandes tocados de formas voluminosas que hacen parecer la figura femenina más
delicada. Al principio se llevaban sobre las orejas pequeñas formas de cuernos sostenidas por una red. Eran muy utilizados el tocado de aguja o hennin, el tocado turbante, que tenía un velo cosido en la parte alta. Es clásico también el tocado en forma de “maceta” invertida sobre la cabeza.
También para estilizar la cara se procura levantar los cabellos. El ideal de belleza consiste en una clara frente redondeada y alta, los cabellos de las sienes se retiran hasta el borde de las cofias. Se depilan las cejas y el cabello de la frente. La depilación se realiza con piedra pómez y mezclas de extravagantes productos (huevos de hormiga, etc.)
Solamente, las jovencitas llevaban los cabellos sueltos, y en todo caso, según su categoría una pequeña diadema.
Les gusta cambiar el color de sus cabellos pero el rojo no estaba bien visto en la época.
El ideal de hombre de la época es el jovencito delgado y de fino talle. Los cabellos se llevan medianos, ligeramente
ondulados y a veces los cabellos cortos en la frente y con un bucle hacia adentro. El pueblo llano estaba obligado a llevar el pelo corto. En general, no llevan barbas, solo los señores mayores como símbolo de dignidad y sabiduría. El largo manto, un privilegio de las clases altas, deja paso a la falda corta: mallas para las piernas, un breve jubón y una chupa entallada con una falda corta.
En el siglo XV, la moda masculina se torna cambiante. Las espaldas rellenas y los hombros abuchonados hacen al hombre más esbelto, de talle más estrecho. Llevan los cabellos cortos.
El cabello de los monjes se peina de forma radial desde el remolino hacia fuera en todos los sentidos, se corta por encima de las orejas y alrededor de las orejas.
A mediados de siglo, sobre todo los jovencitos, llevan la cabeza llena de grandes rulos que se realizan con tenacillas. A veces se entrelazan con cintas y el peinado masculino se afemina.

LA VIDA EN LA EDAD MEDIA

La Edad Media fue una época de brillo cultural en todos los sentidos. Paralelamente a la religión, la superstición, la ignorancia, la enfermedad y la guerra exitió un espíritu de inquietud intelectual que caracterizó a la Edad Media.
El hombre lo hacía todo manualmente ya que no había tecnología, la vida era muy dura, los campos se labraban con arado y sin abono y dejados alternativamente en barbecho cada dos o tres años, se producía muy poco y no se rendía lo suficiente. El campesino, que por las condiciones de vivir en feudos de terratenientes y hombres de armas, era el siervo, tenía que dejar la mitad de la cosecha para su amo y con el resto alimentar a su familia.

La cama, se dormía sobre paja o en el suelo; rara vez se podía ver en las despensas cercanas al fogón que hacía de cocina alguna vajilla, y lo que se usaba como plato eran rebanadas de pan seco. Los campesinos se hacían unas chozas de adobe que a menudo se incendiaban y había que reconstruir.

Los ricos, vivían en castillos de piedra y su riqueza se media por el espesor de los muros y la solidez de las fortificaciones exteriores.

Al no haber alcantarillado, ni sistema de conducción de aguas de las ciudades fortaleza o aldeas, parecían cenagales todas las épocas del año, por supuesto el mal olor era parte de la cotidianidad y el cultivo de enfermedades endémicas que azotaron a la población menguada de la época medieval. El agua había que irla a buscar al pozo o a la fuente, la luz era proporcionada por las velas y alguna que otras antorchas resinosas que despedían tanto humo como luz.

Cuando se hacían grandes banquetes, los perros y los mendigos se disputaban bajo la mesa los trozos de carne y los huesos que los comensales cedían.

Los animales domesticados que servían de apoyo a los trabajos del campo y del comercio, compartían las casas de sus dueños, el establo estaba en la parte de abajo y en una guardilla vivían los humanos. El estiércol sobreabundaba en las casas y un olor, a lo que pudiésemos llamar hoy día a pocilga, era lo natural.

Había un gran conocimiento de la naturaleza, de las bondades de las plantas para la salud, de saber orientarse con las estrellas y los movimientos del Sol, se poseía una vista ágil y una mano diestra, se conocía el espacio en razón del mandato de sus constantes cambios y se respetaba la pureza de los bosques porque sólo se talaba lo necesario para beneficio humano.

La caza, a diferencia del hombre contemporáneo, era trabajo, que tenía a la vez algo de deporte, de festín y de guerra, pero cuyo botín iba destinado para alimento del cazador y los suyos.

La carne de ganado doméstico no se comía, con excepción de la de cerdo y la de corral, pero los nobles, grandes comedores de carne, traían de sus incursiones por el bosque hecatombes de perdices, urogallos, liebres y corzos. El oso, el ciervo y el jabalí muertos se llevaban en triunfo y, en las vigilias de los grandes banquetes, los pájaros pequeños, como codornices y tordos, muertos a centenares, se sacaban de los morrales y se amontonaban ensangrentados por los suelos de las cocinas.

En las cocinas se respiraba un olor a sangre, a pieles recién desolladas y a humo de carnes asadas que se juntaba con el olor de los perros, de los halcones de caza y de la gente.

La carne, secada al sol o ahumada en las enormes chimeneas, se conservaba bastante mal y era necesario renovar a menudo las provisiones, por lo que había una constante escasez de sal y de pimiento, indispensables para sazonar los alimentos y para prolongar la conservación de estos víveres, que continuamente amenazaban con corromperse.

Los que tenían más nivel adquisitivo podían permitirse una gran variedad de comida, incluyendo los frutos secos, las almendras y las especias asiáticas, que eran productos muy caros. Los menos pudientes comían pan moreno (muy tosco hecho de trigo y centeno o avena), verduras de huerta y carne, en especial cerdo, de sus existencias caseras.

En invierno se surtían de la carne y el pescado que habían conservado con sal. Las vacas, las ovejas y las cabras suministraban la leche necesaria para elaborar los alimentos lácteos, llamados platos blancos.

Los más ricos tenían platos de estaño. Ciertos alimentos oxidaban el material y hacia que mucha gente muriese envenenada que, unida a la falta de higiene de la época se hacia muy frecuénte. Un ejemplo fué, cuando se conocieron, los tomates, que eran ácidos y provocaban este efecto y fueron considerados tóxicos durante mucho tiempo.

En los vasos ocurría lo mismo donde, al contacto con whisky o cerveza hacia que la gente entrara en un estado
narcolepsico producido tanto por la bebida como por el estaño. Alguien que pasase por la calle y viese a alguien en este estado podía pensar que estaba muerto y ya preparaban el entierro. El cuerpo era colocado sobre la mesa de la cocina durante algunos días y pasaba con la familia mientras ellos comían y bebían esperando que volviese en si o no.
De esta acción surgió el velatorio que hoy se hace junto al cadáver.

COSMÉTICA, JOYAS, HIGIENE, PERFUMERÍA Y EL BAÑO MEDIEVAL

COSMÉTICA

En el Medievo, la mujer ideal tenía que ser rubia, pálida, con las mejillas de un color rojo vivo, los labios de color rojo, las cejas arqueadas y negras pero el cuerpo completamente carente de vello.
Ahora bien, ¿qué mujer está dotada por naturaleza de tal aspecto? los anaqueles estaban repletos de peines y de espejos, de polveras, limas y tijeras para las uñas, de pinzas para depilar pestañas y cejas, de algodón y de plumas para maquillarse los labios, de goma adragante y de azúcar de cebada fundido. Para las pelucas se utilizaban los pelos de los muertos.

Los tratados de medicina explican que el vello es la condensación de los vapores groseros, y que el exceso de humedad femenina que no se vierte naturalmente se transforma en espuma que es preciso eliminar. Se procede a la depilación con ayuda de tiras de tela impregnadas de resina, se destruyen los bulbos pilosos con agujas al rojo, y se emplean también horribles depilatorios.

Con el fin de sensibilizar a los hombres sobre la vanidad de los cosméticos, los predicadores narraban la historia de alguien que, tras haber seguido a una mujer por la calle, atraído por su bella cabellera rubia, la supera para verle el rostro y, sorpresa, ve la cara llena de arrugas de su mujer, consumida por cosméticos urticantes y depilatorios astringentes.
El maquillaje ciertamente era entendido como motivo de pecado.

Roger Bacon, médico del siglo XIII, menciona máscaras para la piel y lociones hechas a partir de raíces de flores.

JOYAS

Aún después de la caída de Roma se siguieron utilizando las formas y las técnicas de la joyería romana. Las tribus bárbaras del este de Europa, hábiles en el trabajo del metal, supieron combinar las tradiciones romanas (como la filigrana en oro y la forma de fíbula) con la tradición bizantina del alveolado, introduciendo sus propias variaciones regionales. Así, por ejemplo, el broche de alfiler pasó a ser circular, como los hallados en Francia y Escandinavia. Los broches circulares (con un alfiler que se sujetaba con el peso de la prenda atravesada) eran de uso común en Irlanda y la Bretaña celta. Los principales motivos celtas eran animales estilizados y complicados arabescos.

Encontramos numerosas joyas que servían para adornar vestidos y capas, considerándose la orfebrería
germánica como una de las más atractivas de la historia. Nos han quedado sortijas, anillos, pendientes, horquillas, broches, placas-hebillas, joyas que exclusivamente podían utilizar las mujeres como se ha podido constatar en los yacimientos arqueológicos. Estas joyas nos dan fe de la existencia de grandes fortunas.

Una técnica importante de la joyería medieval fue la colocación de finas capas de granate en los alvéolos del
metal, al estilo del esmalte alveolado. Ejemplos de este tipo de piezas son las hebillas y broches de la nave funeraria de Sutton Hoo del siglo VII (Museo Británico, Londres) y una corona incrustada con granates y cabujones (Real Armería de Madrid) que perteneció al rey visigodo Recesvinto. La famosa joya Alfred del siglo IX (Museo Ashmolean, Oxford) es una muestra de la técnica del alveolado.

A partir del siglo XI los broches, por lo general circulares, siguieron siendo una de las joyas más utilizadas, como, por ejemplo, el broche del águila del siglo XII (Museo de Maguncia, Alemania). Los anillos y los colgantes engastados o esmaltados (en forma de crucifijo, de cualquier otro motivo religioso o como relicario) eran otras formas típicas de joyería de la época.

En los siglos XIV y XV collares y joyeles (dijes prendidos en redecillas o cosidos a la ropa) se convirtieron en parte integrante del atuendo.

El esmalte pierde la preferencia y se reemplaza por los diamantes, adornos de botones de plata, oro o perlas.
Las hebillas incrustadas de pedrerías alcanzan dimensiones colosales. Hombres y mujeres llevan los dedos cargados de anillos.
La devoción introduce en el atuendo los rosarios, cuyas cuentas son de oro, de hueso, de cuerno, de marfil, de coral, de nácar, de ámbar o de azabache.

Uso de la joyería a través de una descripción idealizada de Carlomagno:
“Se cubría con un sayo azul y siempre ceñía una daga cuya empuñadura y cuya vaina eran de oro o de plata. A veces usaba una espada adornada de piedras preciosas, pero solamente en los días de las grandes fiestas (…) Los días de fiesta se presentaba con un vestido tejido en oro, un calzado adornado con piedras preciosas, una hebilla de oro con la que sujetaba el sayo, una diadema también de oro y luciendo piedras preciosas.” (Vida de Carlomagno, cap. XXIII)

HIGIENE

La mujer de la Edad Media soportó las consecuencias de una época caracterizada por la austeridad, las frecuentes guerras y las grandes epidemias.

El cuidado de la belleza resurge, sin embargo, en los siglos XI al XIII al organizarse en Occidente las Cruzadas para recuperar los llamados “Santos Lugares”, entonces en manos de los musulmanes.
Estas guerras originaron contactos e intercambios con otras culturas y consecuentemente se introdujeron nuevas técnicas sobre afeites y cosmética que suplieron las ya existentes en Europa.

La nobleza, en este período, se recluye en sus castillos. Son los vendedores ambulantes de bálsamos, artículos de tocador y hierbas medicinales, que van de castillo en castillo vendiendo sus productos, quienes conservarán y renovarán los secretos de la cosmética. Estos se guardan en la “muñeca para adornarse”, nombre que se le daba al tocador. El tocador medieval era un hermoso y complicado mueble, lleno de cajones y espejos que, al estar cerrados, daban al tocador la apariencia de un escritorio.

Durante los primeros siglos de la Edad Media los nobles no descuidaban la higiene personal. En las ciudades, los baños públicos eran visitados con frecuencia por éstos, mientras que en los castillos las damas se
bañaban con agua fría perfumada con hierbas aromáticas. Pero en la medida que la Edad Media avanza, estas costumbres se van olvidando. Los perfumes de fuerte olor sustituirán poco a poco a la más mínima higiene corporal.

PERFUMERÍA

Con la caída del Imperio Romano de Occidente, las innumerables guerras internas y las invasiones de los bárbaros, el mundo Occidental entro en una época oscura y de ignorancia y profundamente religiosa, donde los perfumes eran un objeto banal que no tenía cabida en esta sociedad.

Solo hasta fines del siglo XII es cuando comienza a revertirse esta situación, producto de la aparición de las primeras universidades donde se pudo re-estudiar los antiguos sistemas de fabricación y mejorarlos, además de la competencia existente entre alquimistas, el conocimiento de la destilación obtenida de los Árabes y el desarrollo del comercio con Oriente.

El incienso y la mirra siguieron siendo utilizadas para fines religiosos, sin embargo la Nobleza y la incipiente burguesía conocieron las capacidades higiénicas y medicinales de las fragancias. Las damas y cortesanas de aquella época se bañaban en agua de flores y se aceitaban el cuerpo con oleos perfumados, también era costumbre vaporizar los atuendos y habitaciones con aspersorios similares a los que eran utilizados en ceremonias religiosas.

Debe tenerse en cuenta que contrariamente a lo preconcebido en la Edad Media se utilizaron bastante las abluciones y el baño. La pomadera, un nuevo contenedor fue inventado y que era utilizado para colocar el ámbar, el almizcle, esencias aromáticas y las resinas. Este que tenía forma de globo metálico, dejaba salir los aromas a través de unos calados. A estas exhalaciones se le atribuían propiedades terapéuticas contra las epidemias y pestes, también se pensaba que eran un buen medicamento para la digestión, que curaban la impotencia sexual y mantenían los órganos sexuales femeninos.

Con el advenimiento de la burguesía y las flotas mercantes, Venecia se transformo en el centro de la perfumería, en ella se comercializaba la mayoría de las especias traídas desde Oriente, se dice que Marco Polo desde su viaje trajo pimienta, clavo de girasol y nuez moscada. Era igualmente conocido el jengibre, el azafrán, la canela y el cardamomo que fue traído por los mercaderes Árabes desde India y Ceilán, los
mercaderes asiáticos trajeron algunos productos desde China y Malasia y en Europa se cultivaba desde hacía tiempo atrás la albahaca, la salvia, el comino y el anís entre otras.

A fines del siglo XIV fueron conocidos los primeros perfumes con base alcohólica y aceites esenciales, que se conocían como aromas. El primero y mas famoso “El agua de la Reina de Hungría”. Este perfume según cuentan, le fue regalado a la anciana reina Isabel de Hungría por un monje en el año1380. La reina que tenía setenta y dos años, estaba bastante enferma y cuando bebió la decoción (se debe tener presente que las pociones en esa época eran bebidas), se mejoró y rejuveneció tanto que incluso el rey de Polonia de veinticinco años pidió su mano. La formula era una base de romero y mas tarde amortiguada con lavanda; era una mezcla simple de siete u ocho ingredientes.

Durante este siglo, los doctores durante las plagas, visitaban a sus pacientes provistos de una nariz falsa parecida al pico del ave tucán, fabricadas de cuero o papel mache y a las cuales se les impregnaba en
vinagres aromáticos en la punta. Esta practica llevo a que se les conociera como graznadores (quacks en ingles, sinónimo aun utilizado como equivalente a medicucho).

A fines del siglo XV Venecia pierde su monopolio, debido al descubrimiento de América, donde Portugueses y Españoles trajeron nuevas especias desde este nuevo continente (tabaco, canela, cacao, vainilla , etc).

En el siglo XVI los Holandeses también entraron en este negocio, pero a diferencia de los anteriores, ellos cuidaban la producción agrícola en el terreno mismo y llevaron muchas mejoras en la producción agrícola. Es en el siglo XVI cuando aparecen una gran cantidad de nuevos perfumes, eran principalmente de dos tipos; las simples o compuestas. Las primeras eran de una sola base principal (agua de lavanda, agua de rosa,
agua de azahar, etc) y la segunda cuando se mezclaban esencias de especias con flores y una base de almizcle o ámbar. Se los utilizaban con fines farmacéuticos y odorisante del cuerpo, ya que durante el renacimiento a diferencia de la edad Media la gente no tenía costumbre del baño, debido a que se consideraba que el agua era la portadora de las Pestes que azotaban a la población. Los perfumes eran
almacenados en frascos de vidrios o redomas. Se obtienen los frascos de cristal Veneciano, también se encuentran de metal poliforme con metales preciosos y pobres.

EL BAÑO MEDIEVAL

El baño fue durante toda la Edad Media una práctica muy extendida, sobre todo desde la época de las Cruzadas. Se veía en él, sobre todo en el baño caliente, que era el más gustado, tanto un motivo de placer como una práctica sanitaria e higiénica, aunque se tenían en gran estima, en cuanto a su eficacia, los baños medicinales y las aguas curativas.

Es cierto que se habían dejado derrumbarse las grandiosas termas romanas; en las míseras «casa de baños» de la Edad Media casi no se veían más que grandes tinas, en las que se metían juntos, no pocas veces, el hombre y la mujer; la gente jugaba en el baño, comía, bebía y cantaba.

La Edad Media tomó, además, de los eslavos los baños de vapor. A fines de la era medieval creció la
institución del baño y los placeres relacionados hasta que, a consecuencia de la sífilis, que las casas de baño contribuyeron a propagar, y del excesivo consumo de leña que llevaban aparejado, sobrevino un súbito retroceso.

Mucha gente se entregó ahora a los baños de aguas minerales en los manantiales vivos, a los que se atribuían sobre todo virtudes medicinales, aunque se quería seguir encontrando en ellos, muchas veces, los mismos placeres que antes se gozaban en las casas de baños.

Los hombres limitan los cuidados de embellecimiento a las grandes sudadas deportivas, a las abluciones y al masaje que las siguen, al uso del peine y de la navaja para los cabellos y la barba de acuerdo con los cánones de la moda. Y eso es todo lo que soporta la virilidad, si se le añaden algunas lociones.

La piel limpia, lisa, brillante, y todo el cuerpo en proporción, es el resultado de repetidos baños y de un prolongado esfuerzo, que los ungüentos se ocupan de perfeccionar.

La gente suele bañarse de dos maneras: en el agua del baño o en el vapor de la estufa, sola o por grupos. Cuando uno se baña a domicilio, el baño se prepara en la alcoba, cerca del fuego que sirve para calentar el agua. La pieza fundamental para el baño era la duerna o tina de madera, la cual se cobijaba bajo cortinillas y, a veces, se forraba en su interior con lienzos, para que su textura resultase más suave, uniforme y grata al tacto. En el agua se echan plantas olorosas, según una receta de Galeno, y se rocía al bañista con pétalos de rosa.

En el campo, la práctica del baño no se halla menos extendida que en la ciudad. Dentro de casa o fuera de ella, uno se encoge en un balde de agua caliente, bajo una sábana extendida que conserva el calor y convierte el baño en baño de vapor. También pueden bañarse a la vez dos personas, o varias: la hospitalidad y la sociabilidad favorecen los rituales, por ejemplo el baño de los vendimiadores o el que toman juntos, la víspera de la boda, el novio con sus compañeros de juventud, y la novia con sus amigas.

Fuera de casa se acudía con frecuencia a los establecimientos, a veces administrados por la comunidad. Entre ellos los había que añadían a las abluciones la cura termal.

Al norte de los Alpes, la práctica de la estufa es muy antigua y está muy difundida. La sauna es una costumbre muy divulgada en el mundo eslavo y germánico; en la mayor parte de las aldeas, la estufa, señala por la muestra de haz de ramas frondosas, funcionaba algunos días de la semana.

Un poema épico austriaco de finales del siglo XIII, describe con gran lujo de detalles todas las fases del baño de vapor que toman juntos un caballero y su criado, entre otros. En cuanto el encargado del baño hace sonar la trompa, la gente afluye, descalza y desceñida, con la camisa de baño o la bata al brazo; se acuesta sobre los bancos de madera, en la penumbra del vapor, alrededor de las piedras calientes que se rocían con agua cada cierto tiempo, a la vez que las masajistas, con ungüentos perfumados, llevan a cabo su labor sobre la espalda, los brazos y las piernas, y cada uno se frota el cuerpo con cenizas y jabón o activa la sudación a fuerza de ramalazos. Luego viene el peluquero, que arregla la barba y el pelo; y finalmente se pone todo el mundo su bata para tenderse en un lecho en una pieza vecina con sábanas perfumadas.

LA CAZA EN EL MEDIEVO PENINSULAR

No exageramos si decimos que una de las actividades que mayor placer ha proporcionado al hombre a lo largo de la
historia ha sido la caza. Sin embargo, hablar de ella en términos generales es cuanto menos impreciso puesto que desde la antigüedad, y especialmente durante la Edad Media, esa práctica estuvo determinada por la finalidad que
perseguía el individuo al ejercitarla: bien la utilidad o bien el entretenimiento.

1.- Finalidad de la caza

Se tiene constancia de que en la Edad Media peninsular el sentido utilitario debió al menos ser triple: 1) en la primera etapa de la Reconquista la caza debió contribuir a la alimentación de los ejércitos que estaban en constante movimiento; 2) hay noticias sobre la organización de partidas de caza comunales patrocinadas y dirigidas por los
señores o autoridades competentes para evitar la acción de las alimañas, es decir con éstas se pretendía eliminar los dañinos ataques de los depredadores a las cosechas, al ganado y a las personas; 3) también sabemos que mediante la caza muchos hogares campesinos, conventos, e incluso palacios obtenían buena parte de su abastecimiento así como algún beneficio económico, porque con este tipo de caza "ofensiva" se procuraba un complemento alimenticio a la vez que vestimentario.

En cuanto a la segunda finalidad, la práctica de la caza como entretenimiento, como deporte, es evidente que el
cazador en ese menester no sólo buscaba la diversión, el placer en contacto con la naturaleza, sino también la preparación física necesaria para llevar a cabo con éxito sus compromisos guerreros. Se trataba de una cuestión de
higiene corporal, pues el individuo debía estar preparado -estar en forma, como se diría hoy- para desempeñar las funciones propias de su relevante posición social.

Ciertamente, esa doble finalidad estaba determinada por el tipo de caza que en cada momento se practicara: caza menor, caza mayor o montería y caza con aves o cetrería.

2.- Tipos de caza

1) La considerada "caza menor", en clara referencia a las dimensiones del animal (liebre, perdiz, etc.) y a lo sencillo de su realización, fue practicada principalmente por campesinos y monjes. Se consideraba esencialmente una actividad económica, por cuanto representaba una fuente de ingresos "que permitía equilibrar el balance alimenticio de la familia" y obtener otros recursos económicos.

2) La "caza mayor", "montería" o "venatoria", denominada así por tener en cuenta las grandes dimensiones de los animales (ciervo, oso y jabalí principalmente) que son objeto de persecución, acoso y muerte; ésta se practicaba y practica en los terrenos agrestes de los montes, y debido a la complejidad y el peligro que encierra su práctica sirvió a los reyes y señores no sólo de esparcimiento, sino de adiestramiento y preparación física y moral, como bien se expone en el Libro de la Montería:

"Et la rrazon por que feziemos este li-/bro es por que es berdat que los sa-/bios antiguos, falla-/ron que vna de las cosas por que los/ rreys et los prinçipes et los gran-/des señores podrian mas beuir/ et auer los entendimientos mas/ claros era por catar algunas ma-/neras de plazer en que diesen espa-/çio et folgura al entendimiento,/ et que con esto podrian meior so-/frir el cuydado et el afan del librar (...) Et por esta rrazon, los/ rreys et los grandes señores/ cataron maneras de auer sol-/tura en caçar et en otras maneras en que tomassen/ plazer para dar folgura al/ entendimiento (...)"

3) El tercer tipo, caza con aves, "arte de volatería" o "cetrería", comenzó a practicarse de forma generalizada en la Península Ibérica en la Alta Edad Media, aunque sería en los siglos posteriores en los que alcanzaría su época de mayor apogeo al convertirse en una de las actividades preferidas por las categorías nobiliarias, especialmente por la más alta aristocracia, ya que "para el guerrero medieval, no se trataba sólo de una diversión, sino que su práctica ayudaba a fortalecer el cuerpo en contacto con los cambios atmosféricos: el calor, la lluvia, el viento.."; es decir, en esa práctica el cuerpo jugaba un papel importante al igual que los caballos, los perros y, cómo no, las aves.

Los beneficios que reportaba al caballero esta forma de caza aparecen en el Libro de la caza con aves del Canciller Ayala:

"(...) Et por escusar estos dapnos que vienen al ánima et al cuerpo en estar los homes ociosos, fallaron aquellos que ovieron de criar los fiios de los reyes et de los príncipes et grandes señores, que los toviesen á todo su poder guardados de ser ociosos, et trabajasen et ficiesen ejercicio por sus personas et cuerpos en algunas cosas buenas et honestas, con que tomasen placer sin pecado, sirviéndose et aprovechándose de las cosas que Dios crió et fizo para
servicio del home, segund dicho es. Et entre las muchas maneras que cataron et fallaron para esto, vieron otrosí que era bien que los señores et príncipes anduviesen algunas horas del día, como de la mañana et en las tardes, por los
campos, et mudasen el aire, et feciesen con sus cuerpos ejercicio. Et pues que así andaban, que era bien que hobiese homes sabidores en tal arte, que sopiesen tomar de las aves bravas, et las asegurasen et amansasen, et las ficiesen amigas et familiares del home(...)"

Pero, dejando a un lado la caza menor, practicada con fines económicos, centraremos nuestra atención en las dos
formas que mayor profusión tuvieron y mayor placer proporcionaron a los nobles medievales.

3.- Montería y Cetrería

La importancia de la caza con aves y de la venatoria durante los siglos medievales se evidencia en los testimonios
jurídicos, literarios y pictóricos que han llegado hasta nosotros; documentos que reflejan, por una parte, el conservadurismo propio de una práctica tradicional milenaria (Persia, Siria, Irak, Grecia, Roma, etc.) sujeta, sin
embargo, a normas de organización y comportamiento cada vez más complejas, y, por otra, manifiestan los cambios provocados por las nuevas relaciones sociales y comerciales los cuales incidirán de forma directa en el ejercicio de la caza al introducir otras técnicas, armas e incluso otros animales.

En efecto, aunque fueron los reyes, los señores, los cortesanos y los hidalgos, o sea los individuos pertenecientes a las clases más elevadas, los que de forma continuada practicaron la actividad venatoria y cetrera, eso no significa que sólo ellos intervinieran en las batidas de caza, porque para esos menesteres era indispensable contar con la participación de otros "monteros" o "cetreros" de más baja condición social, y, sobre todo, con la ayuda de los perros y las propias aves cazadoras. Es evidente que esa actividad deportiva exteriorizaba de forma clara la pertenencia al estrato social más alto: en aquella época era impensable, por lo costoso del mantenimiento de hombres y animales, que otros individuos de clases sociales inferiores pudieran practicarla, al menos así lo expone Alfonso X:

"Mañoso debe ser el rey et sabidor de otras cosas que se tornan en sabor et en alegría para poder mejor sofrir los grandes trabajos et pesares quando los hobiere, segunt deximos en la ley ante desta. Et para esto una de las cosas que fallaron los antiguos que mas tiene pro es la caza, de qual manera quier que sea: ca ella ayuda mucho a menguar los pensamientos et la saña, lo que es mas menester a rey que a otro home; et sin todo aquesto da salud, ca el trabajo que en ella toma, si es con mesura, face comer et dormir bien, que es la mayor parte de la vida del home; et el placer que en ella recibe et otrosi grant alegría como apoderarse de las aves et de las bestias bravas, et facerles que le obedezcan et le sirvan, aduciendol las otras a su mano. Et por ende los antiguos tovieron que conviene mucho esto a los reyes mas que a los otros homes, et esto por tres razones: la primera por alongar su vida et su salud, et acrescentar su entendimiento, et redrar de sí los cuidados et los pesares, que son cosas que embargan muy mucho al seso (...)

La segunda, porque la caza es arte et sabidoría de guerrear et de vencer, de los que deben los reyes ser mucho
sabidores; la tercera porque mas abondadamiente la pueden mantener los reyes que los otros homes (...)"

Pero, si bien la venatoria y la cetrería son prácticas obligadas en el proceso de formación de los jóvenes, cada una
tiene su propio código e interés. Y, en efecto, así es en tanto que la venatoria y la cetrería traducen dos estados de ánimo muy diferentes en cuanto a su práctica; la primera constituye un entrenamiento para la guerra, porque "en las cacerías de animales montaraces, en las que se rastreaba, perseguía, acosaba y mataba la presa, se valoraba la destreza del montero, la estrategia de la operación, que era montada con tan exquisito cuidado como si de una acción bélica se tratara, y, especialmente la bondad de los perros, entre los que destacaban en el reino castellanoleonés el sabueso, el lebrel y el alano". Sin embargo, la caza con aves es mucho menos belicosa pues en ella no se adquiere más que la resistencia en la cabalgada. Se trata sobre todo de una distracción llevada a cabo por los aristócratas refinados en la que la ostentación no está en los trofeos conseguidos, sino en las aves de caza que se poseen y en la manera en que han sido amaestradas. Por ello, para su práctica se requiere de todas las cualidades menos de la fuerza bruta: el cálculo para lanzar el ave en buen momento, la paciencia, la prudencia para evitar los peligros naturales, incluso la astucia en la utilización de los vientos.

4.- Orígenes de la montería y la cetrería

Como queda demostrado, son dos tipos de caza bien diferentes, como diferentes son sus orígenes. Mientras la venatoria se practica desde la más remota antigüedad en el occidente europeo (a juzgar por los textos de Jenofonte, de Gratio o de Nemesiano, entre otros), el "arte de la caza de vuelo" se introduce en la Península Ibérica por dos vías en los albores de la Edad Media: la de los germanos y la de los árabes. Sobre esta última Viré afirma: "Transmitida dos o tres siglos al menos antes del Islam, a las tribus árabes instaladas en Irak y en Siria, el arte "del vuelo" venía, de una parte, del nordeste, del Irán sasánida, ... y, de la otra, del noroeste, de los pueblos nómadas venidos de las estepas mongol-altaicas... Bajo el Islam, en la primera mitad del siglo VIII, la dinastía de los califas abasidas de Bagdad vuelven deliberadamente hacia la civilización persa". Por ello es posible "que la mayoría de las aves cetreras sean de la avifauna persa más que de los países puramente árabes". Así, una vez que la caza con aves "se convirtió en uno de los pasatiempos favoritos de la nobleza medieval de la Europa occidental, perfecciona sus métodos al mismo tiempo que elabora su lenguaje propio gracias, no solamente a la gran aventura de las Cruzadas, sino también a las traducciones latinas más que romances de aquellas obras árabes", tales como las de Ghatrif y Moamin, dos autores del s. VIII y IX respectivamente.

En cuanto a la segunda vía, la germánica, si como dice Evans, la cetrería fue introducida en el sur de Francia al final del s. IV y se estableció en el curso de las invasiones de estos pueblos en el oeste de Europa donde conoció desarrollos y mejoras antes del s. XII (los testimonios lingüísticos así lo confirman, como por ejemplo la voz gerifalte); si, por otra parte, la caza de aves se modifica bajo la influencia de la halconería árabe (valga como ejemplo el nombre del halcón exótico sacre); y si, además, es cierto que esta caza estaba dividida en dos géneros según las rapaces empleadas: la "azorería", ya documentada tempranamente y practicada de forma cotidiana pues no se necesitaba más que el empleo de un azor o un gavilán, y la "halconería" propiamente dicha, más impresionante y prestigiosa, de introducción más tardía, es evidente que estamos ante dos evidencias que confirman dos procedencias bien distintas: una meridional y otra septentrional, como bien se recoge en el Libro de las Animalias:

"Et convien que ant que las contemos, que ffablemos en la rrazon por que non podemos aver nin ssaber todas las generaçiones de las aves que caçan; et esto es porque a en cada tierra atales que non las podran aver en otra tierra
nin las pueden connosçer, ca muchas dellas a contra la parte de mediodía que no son ffalladas a parte de sseptemtrion (...)"

o en el Libro de la caza:

"los falcones neblís crian et nacen en la alta Alemania, en una comarca que es llamada Asuega; otrosí en Noruega et en Pruza, et de allí los compran los mercadores, et los traen en las contres de Alemaña, cuando vienen en Frandes, et tráenlos á Brujas, et de allí los lievan por todas las tierras, á París et en Bretaña, et en Henaut, et Inglaterra, et dellos traen en España á los reyes et á los señores que lo encomiendan á los mercadores, cuando alla van á Brujas, et gelos traen (...)

Otrosí, hay falcones neblís, que crian en el Condado de Saboya, en las montañas que son et parten el dicho Condado de Saboya et la tierra del Señor de Milana (...)

Et todos estos falcones salen muy buenos, ca se toman muy lejos de la tierra donde nascen, ca segund todos cuidan, ellos vienen de Nuruega et Pruza et Asuega et de cabo de la alta Alemania, do criaron et nascieron, et vinieron con el paso de las aves, ca en España no fué home que fallase nido de falcón neblí (...)"

Sin lugar a duda, por esa doble vía debió llegar la cetrería a la Península Ibérica, en donde los nobles germanos la practicarían habitualmente y más tarde, con la influencia de los árabes terminaría imponiéndose de forma definitiva; no olvidemos, por ejemplo, que los nombres de las aves cetreras son en general árabes, exceptuando el de gerifalte que es germánico.

Muy distinto es el origen de la caza mayor, pues si bien en los países asiáticos era y es frecuente la caza del guepardo, del tigre y del elefante, esos animales nunca formaron parte de la fauna de los países occidentales, en los que sí abundaron el oso, el ciervo o el jabalí, incluso en zonas en donde hoy día sería impensable, concretamente en
los montes centrales y en los del sur peninsular. Por ello en el último capítulo delLibro de las Animalias se dice:

"E en la fin deste libro avíe un capítolo que fablava de las caças de los moros que an de comer segun su ley, e porque viemos que non pertenecíe a nos, ni nos yazíe en el pro, nol quisiemos trasladar (...)"

5.- Las aves cazadoras

Relacionada con lo expuesto hasta ahora, hay otra cuestión a tener en cuenta: los cambios que de una época a otra
se han dado en este mester.

Es evidente que a lo largo de la historia el arte de la caza ha ido cambiando, bien por el descubrimiento de nuevas armas o porque el animal utilizado fue sustituido por otro "más poderoso y eficaz", como ocurrió en la Edad Media con los azores y los halcones. Esto viene a confirmarlo Pallarés cuando afirma que en lo referente "a las aves de presa, parece que la más utilizada en Galicia fue el azor, animal particularmente adaptado al medio natural del país (...) por las fuertes arrancadas y la caza en terrenos de bosque y matorral. Frente a la presencia masiva del azor, parece que la utilización de halcones y gavilanes no era absolutamente desconocida en tierras gallegas". Ahora bien, aunque ambas aves se utilizaron, ya a finales del s. XIII la caza con falcónidas estaba totalmente generalizada, al menos así lo declara D. Juan Manuel:

"(...) oyó dezir que la caça de los falcones abaneros vino a Castiella después que el sancto rrey don Ferrando, que ganó Alendeluzía, casó con la rreyna donna Beatriz; que en este arte desto dizen que non matavan la garça con
falcones, si non con açores. Et el primero que començó a matar garça con falcones fue un omne bono que dizían don Rodrigo Gomes, de Gallizia; et matá[va]las con falcones bornís (...)"

En realidad el cambio de ave cazadora debió suponer el correspondiente en el ejercicio de la cetrería, a juzgar por las
palabras del Infante:

"(...) Et desta guisa caçauan fasta que nasçieron los fijos del rrey don Ferrando, que fueron muy grandes caçadores (...) Estos usavan caçar en la manera que de suso es dicho. Et agora usan de caçar segund está escripto en este libro (...)"

"[Et por] lo que él (non) [sabe] que se usa en esta arte; et lo que oyó dezir al infante don Johan, que fue muy grant caçador, et a falconeros que fueron del rrey don Alfonso et del infante don Manuel, su padre, cómmo se usava quando
ellos eran bivos, que eran muy grandes caçadores, tovo que él vio commo se mudó la manera de la caça de aquel tienpo fasta (que) este que agora está (...)"

De la forma que fuere, lo cierto es que don Juan Manuel, prototipo de caballero de su época, no duda en mostrar su preferencia y considera mejor ave de caza a los halcones que a los açores:

"(...) dirá en este capítulo por quál rrazón se pone ante la caça et la conoscençia de los falcones que de los azores.

Ya de suso, en el capítulo primero, es dicho que la caça es cosa noble et apuesta et sabrosa (...) Et porque en la de los falcones se faze más conplidamente que en la de los azores, (et) por (que) [ende] la puso don Johan ante en este libro (...)

Et an los omnes muy grant plazer quando veen que la apartan los falcones [[a las grúas]] entre las otras, et cómmo la derriba[n], et commo la faze[n] estar penada, et cómmo acorren los canes a los falcones por la tomar et por la levantar, et cómmo acorren los falconeros et los omnes de cavallo et aun los de las mulas (...) et es muy marabillosa cosa (...)"

Es evidente que el cambio debió ser significativo y afectaría claramente al conocimiento y correspondiente clasificación de las aves de presa, pues si "todos los tratados árabes clasifican las aves de caza en dos grandes grupos: los ojos amarillos son azor, gavilán, águilas y abutardas; los ojos negros son los falcónidas: sacre, perigrino, laniero y esmerejón", y en el Libro de las Animalias se agrupan las aves cetreras por su tamaño -aves mayores y aves menores- y por la forma de cazar, así como en el Espéculo se tiene también en cuenta la naturaleza de las mismas:

"Caçadores y a a aues que sson de muchas maneras. Et a las vnas les viene mas por natura que a las otras, et por esso lo ffazen de dia et osadamente. Et estas sson las aguilas, et los açores, et los ffalcones, et los gaujlanes, et los
esmerijones, et los alcotanes et los Çernigolos.

Et a las otras a quien non cabe caçar derechamjente por natura, porque lo ffazen ascondidamente et como a mjedo, sson estas: los bueytres, et los ffrannehuesos, et los alfforres, et los mjlanos, et los buhos, et las lechuzas et las otras aues que caÇan de noche"

Ya don Juan Manuel da la descripción exacta de cada tipo de halcón al tiempo que muestra sus preferencias al establecer la clasificación de los mismos:

"Ya es dicho de suso que los falcones con que los omnes usan a caçar son de çinco naturas.

La primera et más noble es los falcones girifaltes; et éstos son mayores que todos los otros falcones, et más ligeros (...)

En pos ellos son los sacres; et estos son grandes falcones et matan grandes prisiones (...)

Et en pos los sacres son los neblís, et estos son muy buenos falcones (...) et commo quier que matan muchas prisiones, lo(s) que agora usan de caçar con ellos, es caça de ribera (...)

Et en pos éstos son los baharís; éstos son otrosí muy buenos falcones, et caçan con ellos todas las caças que caçan con los nebís; et usan al tienpo de agora de matar con ellos las grúas (...) Et en pos éstos son los bornís; et son buenos falcones pero, [por]que no son muy ligeros, usa caçar agora con ellos liebres et perdizes; et destos ay dos naturas; los unos son de aquén mar, los otros de allén mar; et a los de aquén mar llaman bornís, et a los de allén mar llaman alfaneques (...) et son a[l]taneros (...)

los más de los girifaltes que vienen a este sennorio de Castiella non an meester de amansar (...) Ca los traen de luengas tieras et bienen luengo tienpo sobre mar (...) et los que vienen por tiera, tan luengo camino andan con ellos que, cuando acá llegan, son mansos asaz (...)

(...) los sacres que vienen a esta tiera son de dos maneras: los unos traen por mar et los otros toman andando bravos. Et los más tómanlos cerca de Toledo en una tierra que llaman Almozóndigan (...) Pero aún son más grandes et más fermosos los que toman en tiera de Salamanca, en la rribera de Araduey et en los enzinares de Mayorga et Vilalpando (...)

En esta tiera se toman los baharís en los nidos (...)

(...) dize don Johan que de la conosçençia nin de la caça de los bornís nos se entremete nin se paga mucho (...)"

De la misma manera lo hará el Canciller Ayala:

"Falcones entre los cazadores comunmente son llamados seis plumajes, ó seis linajes de ellos, que es á saber: neblís, baharís, girifaltes, sacres, bornís, alfaneques. De tagarotes non facen mencion aparte, porque son acordados por baharís (...)

Et debedes saber que en todas las tierras de cristianos, salvo en España, son llamados estos seis plumajes por sus nombres, ca el girifalte llaman así por su nombre girifalte, mas non falcon, et al sacre dicen sacre, et al borní et al
alfaneque llámanlos laneros. Et á estos todos non los llaman falcones, antes dicen que son villanos, así como quien dice falcones bastardos, ó fornecinos, et solamente al neblí, et al baharí llaman falcones et gentiles, ca han las manos grandes, et los dedos delgados (...)"

La evidencia de esos cambios en la práctica cetrera será la que induzca a D. Juan Manuel a decir que:

"si alguna cosa viere daquí adelante que se mude o se faga mejor et más estrannamente, que así lo (fare) [fará] escrivir."

6.- Montero y/o cetrero

Hay otra cuestión. Puesto que los reyes y nobles se adiestraban en la práctica de la caza, tanto venatoria como
cetrera, sería interesante establecer la relación que pudo existir, por una parte, entre el hombre de letras y el cetrero, y, por otra, entre el hombre de armas y el venador o montero, habida cuenta que, como ya he dicho, son ejercicios y técnicas distintas. Esta relación/oposición puede establecerse teniendo en cuenta que un "hombre de letras" como el Rey Sabio parece mostrar su preferencia por la cetrería. Bástenos tomar como ejemplo su obra más personal, las Cantigas de Santa María, para llegar a esa conclusión: de las 11 composiciones en las que el tema de la caza está presente, 6 son de tema cetrero y relatan ciertos hechos acaecidos al propio monarca, a su hermano D. Manuel o a otros caballeros de su séquito cuando practicaban ese arte; sin embargo, en las 5 restantes se hace referencia al oficio de montero o al mester del monte sin detallar acción alguna.


El mismo caso sería el de Don Juan Manuel, quien consideraba la cetrería como el "arte de cazar", mientras que la "caça de los venados que se caçan en el monte" era el "arte de benar". No obstante, el interés del Infante por la cetrería puede tener una explicación: es posible que una de las causas fuera la admiración que don Juan Manuel sintió durante toda su vida por su padre el infante D. Manuel, hermano del Rey Sabio. Pensemos que aquel insigne cetrero murió cuando el autor del Conde Lucanor sólo tenía un año y, por tanto, no sería extraño que su hijo decidiera continuar la tradición paterna, a juzgar por sus palabras:

"Et dize que él oyó dezir que don Manuel era el mayor caçador et que más aves traya. Et que jurava el infante don Johan que dexara una vegada al rrey don Alfonso et a don Manuel con él en Sevilla, et que tenía y don Manuel consigo muchos falcones; et el infante don Johan viníase para Castiella, et quando llegó a Medellin, que falló y Çient et sesenta falcones de don Manuel que estavan y de morada caÇando, porque es buena tiera de caÇa; et estos eran de más de los que él tenía en Sevilla (...)"

La Cantiga 366 recoge también esa afición del citado Infante:

"[E] enquant' el guareçia, Don Manuel, seu yrmâo,
vêo y e foy enfermo; e pois guariu e foi sâo,
fillou-sse con seus falcoês que mudara no verâo
a caçar, que é dos viços do mundo un dos mayores.
A que en nossos cantares nos chamamos Flor de las flores...

E ind' a aquela caça, levou poucos cavaleiros,
mais levou outra gran gente de mui bôos falcôeyros
que levavan seus falcôes de garça, e ar grueyros;
mais ante que se tornasse perdeu ûu dos mellores,
A que en nossos cantares nos chamamos Fror das frores..."


Otro ejemplo lo tenemos en el Canciller López de Ayala, según se desprende de la semblanza que hace de él Fernán Pérez de Guzmán:

"Amó mucho la çiençia, diose mucho a los libros e estorias (...) e con esto grant parte del tiempo ocupava en el ler e estudiar, non obras de derecho sinon filosofía e estorias (...) El ordenó la estoria de Castilla desdel rey don Pedro fasta el rey don Enrrique el terçero. Fizo un buen libro de la caça, que él fue muy caçador, e otro libro, Rimado del Palaçio (...)"

Esto nos lleva a afirmar con Menjot que "para los Grandes como D. Juan Manuel, no puede ser exagerado decir que la cetrería representa un entrenamiento para la política la cual es, para ellos, un gran asunto y donde las maniobras, los cálculos, las astucias, tienen una considerable importancia al lado de los grandes golpes de espada".

Es evidente que la afición de estos tres doctos personajes contrasta con la de Alfonso XI, quien supo combinar
perfectamente el ejercicio guerrero (murió en el cerco de Algeciras) con el de la venatoria o montería; a él se debe "la obra más antigua y más completa" que sobre el arte del "mester del monte" se escribiera en la Edad Media, el Libro de la Montería:

"Et por que Nos tenemos que entre todas/ las caças que pueden ser que la ca-/ça de los venados, que es la mas noble,/ et la mayor, et la mas alta, et la/ mas cauallerosa, et de mayor/ plazer, mandamos fazer/ este libro de todo lo que per-/tenesçe a ella (...)"

"La quarta rrazon por que de-/zjmos que es de mayor plazer es/ por que en todas las otras caças/ non es el plazer saluo en la uis-/ta et en fablar en ella. Et en/ la caça de los venados es el plazer/ en el oyr, et en ver, et en el fablar/ et en el fazer. Ca çierto ma-/yor plazer toma omne en lo que/ el faze por sy que non en verlo fazer a otre. Et en esta en-/tendemos que es el plazer doblado (...)"


Sus buenas dotes de cazador las destaca Rodrigo Yáñez en el Poema de Alfonso XI:

"Compañero graçioso,
real, ssin mala codiçia,
cavallero muy fermosso,
peso igual de justiçia.
Caçador, real montero,
muy fiel batallador,
en lidiar fuerte braçero,
de espada bien feridor. (...)"


Otro ejemplo de gran montero lo da Fernando del Pulgar en su obra Claros varones de Castilla cuando dice que Enrique IV

"Era grand montero y plazíale muchas vezes andar por los bosques apartado de las gentes (...)"

7.- El factor geográfico

Otro elemento que en cierta medida determinaría la preferencia por una u otra práctica sería el geográfico. La venatoria, la considerada caza mayor se practica en el monte, en los roquedales, en la espesura de los bosques; por el contrario, la cetrería se ejercita en lugares húmedos, riberas de los ríos o llanos donde abundan las aves de presa. La Cantiga 366 es un buen ejemplo:

"(...) perdeu ûu dos mellores, (...)
Que se foi da outra parte d'Aguadalquivir voando,
de guisa que foi perdudo. (...)

Poren mandou o infante que fossen aperçebudos
seus falcôeyros, e logo fillou dos mais sabedores (...)

E foi con eles a caça ao Châo de Tablada,
en dereyto da aldea que Coyra éste chamada;
e viron da outra parte, no Exarafe, coitada
hûa ave que tragia un falcon dos montadores (...)"


Asimismo, en la Crónica de don Pedro se cita otro lugar de la actual provincia de Sevilla:

"Otrossy en esa semana acaesçio que, andando el rey a caça çerca de Vtrera, lugar de Seuilla (...)"

zona de la campiña sevillana referida en el Libro de la Montería:

"La Xara de Utrera es buen/ monte de puerco en yuier-/no. Et non ay bozerja ninguna por/que es la tierra llana, saluo que va-/yan dos de cauallo con cada bus-/ca et que oyan los canes; et fazien/do esto seguiendo el venado pue-/de lo ay matar, por que es la tierra/ buena de andar".

8.- La caza y el derecho

Tras la conversión de la montería y la cetrería en una de las principales actividades recreativas de las clases nobiliarias, su práctica se hizo más complicada y la organización más compleja, lo que originó, por una parte, que en la primera mitad del siglo XIII se legislara sobre ella, regulándose mediante disposiciones y leyes los derechos y deberes de cada uno de los sujetos que de algún modo podían intervenir en ese ejercicio, al tiempo que se ordenaba la forma y lugares reservados a tal fin. Un buen ejemplo de ello lo encontramos en el Fuero de Soria:

"Sj algunos venadores o caçadores, quier sean cavalleros, quier otros omnes, osso o ciervo o otro venado o otra cosa que sea de caça levantaren, otro ninguno, quier sea caçador o venador, quier no, non lo tome, mientre aquellos que lo levantaron fueren en pos del. Mas sj el venado o la caça fuere qujta dellos fuere en su saluo, maguer sea ferjdo, cualquier que lo matare esse lo pueda auer"

y también en el Ordenamiento otorgado al Consejo de Burgos, en el que se establecen severísimas penas para el individuo que no lo respete:

"Otrossi mando en razon delos açores, que non tomen lo[s] hueuos alos açores, nin alos Gauilanes, nin alos falcones. Et que non saquen nin tomen açor nin Gauilan del nido fata que sea de dos negras (...) Et que nenguno non sea osado de sacar açor nin falcon nin Gauilan de mios regnos si non fuere con mio mandado. Et el que sacare qual aue quiere destas delos Regnos, que peche el aue doblado, et peche demas en coto por cada aue .C. morabetinos. Et el que tomare açor o falcon o Gauilan, o hueuos contra este mio coto sobredicho, quel corten la mano diestra. Et si otra uegada gelo fallaren quel enforquen. Et si non ouiere el coto sobredicho, que yaga en mi prision quanto fuere mi merçet".

Por su parte, Alfonso X en la Partida III, Título XVIII, incluye dos leyes sobre este particular: la número 17, en la que se trata de "como el home gana el señorío de las bestias salvajes e de los pescados luego los prende", y la 21, de
"Cuyo deve ser el venado que va ferido e viene otro e préndelo".

Posteriormente, en el Libro de la Montería (1350), se "fabla del Ordenamiento del Fuero de la libertad de los derechos que deuen auer los monteros", al tiempo que se precisan las formas de correr el monte:

"es en dos maneras: la pri-/mera es de vn señor, o vn cauallero,/ o vn escudero que corre monte con su con-/paña et es él el mayoral del mon-/te; la segunda manera es de dos o/ tres escuderos, que se ayuntan en/ vno et correr monte a compañja (...)."

Es evidente que en este caso se trata de un fuero particular, específico para la práctica del mester del monte:

"Otrosi, quan-/do acaesçiere que dos monteros fue-/ren a vn venado para lo ferir et el/ vno d'ellos fuyese non queriendo ayu-/dar al otro su conpañero, que si le fue-/re prouado por otro alguno que lo/ fizo asi, que non aya ningunt derecho/ del venado. Et de mas, que non se a-/siente por vn mes a comer con los/ otros monteros en cuya conpaña/ andodiere."

En el s. XV será Juan II quien regule el número de monteros dependientes de la Corona:

"Aunque en tienpo de los Condes de Castilla, y de los Reyes que en ella sucedieron, hubo grande número de Monteros del servicio de la Casa Real, no hallamos ley particular que dellos haga memoria despues deste libro [el de la Montería de Alfonso XI], hasta el tiempo del rey Don Juan el Segundo, el cual, á pedimiento del reino, estableció ley de número dellos, que dice así:

< y mandamos, que para nuestros deportes y ejercicios de montería haya doscientos y seis monteros, que sean hombres espertos, acostumbrados en el oficio suficientes, y non sean de los que tratan oficios de sastres, zapateros, nin mercaderes, nin otros semejantes, nin sean labradores, y sean puestos y tomados en las tierras donde Nos acostumbramos usar monte>>."

además de ordenar las "franquezas y libertades de los Monteros":

"Las preeminencias y franquezas de que gozan en Castilla los monteros del Rey, como consta por las leyes del Reino, que sobre esto disponen, son todas aquellas de que gozan en España los fijosdalgo, y asimismo, que por todo el Reino, por doquiera que pasaren con sus lebreles, puedan correr y visitar todos los montes, sin que nadie les ponga impedimento, y los corregidores de las ciudades, villas y lugares por donde pasaren, estén obligados á darles aposento, sin les llevar por ello cosa alguna, y bastimentos á precios justos y moderados, y les sea hecho buen tratamiento, como á criados de la Casa Real".

Puede decirse que, de forma general, en la Edad Media, el derecho sobre la caza combinaba cuatro series de argumentos: la primera relativa al derecho público (prerrogativas del estado en las que se determinaban los derechos y obligaciones generales); la segunda correspondía al derecho privado (propiedad del suelo, animales, etc.); la tercera se introduce con las reglas feudales (bando señorial, etc.), y la última competía al derecho consuetudinario, por cuanto se mantienen las prerrogativas de algunas comunidades orgánicas, como eran los derechos adquiridos mediante fueros, etc.
María Isabel Montoya

(Universidad de Granada)

BIBLIOGRAFIA


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